EL MERCADO DE SAN CRISTÓBAL

En la década de los ´80 se ubicaron en el entorno de desaparecido cementerio de la Santomé pequeños comerciantes de víveres, vegetales y frutas, con la anuencia de la gobernación y luego con el favor del Ayuntamiento.

En un pueblo con una fuerte tradición de mercados, las autoridades dejaron ese sector a su suerte, avanzando su crecimiento en forma irregular, sin inversión pública, sin modelos que encausaran ese crecimiento en forma organizada. 

Los mercados y mercaderes eran para las autoridades, una fuente de ingresos económicos y de votos para elecciones, más nada, excepto que los mismos se convertían en un dolor de cabeza por un problema de falta de belleza urbanística.

Las opciones desde las políticas públicas eran dos, por un lado, invertir y desarrollar mercados aptos para la convivencia en lo urbano, que embellecen la ciudad, al tiempo que benefician a productores, pequeños, medianos comerciantes y consumidores; y por otro lado, sacar el arrabal fuera de la ciudad y embellecer el casco urbano a costo de liquidar la economía informal que sostenía a una importante población del municipio.

A sabiendas de que la estructura industrial formal del municipio de San Cristóbal había sido destruida casi por completo, el 21 de abril del 2010, el entonces alcalde José Montás inauguró el mercado de Canastica, en un acto también encabezado por el ex presidente Leonel Fernández, Temistocles Montás, Orlando Espinosa y muchos otros más. 

La decisión era clara, más que invertir en desarrollar la infraestructura económica de mercados urbanos, el desalojo era la opción preferida.

La gestión de Raúl Mondesí 2010-2016, por diversas razones, pero sobre todo por incapacidad gerencial, prefirió no entrar en el tema, dejando todo en un limbo, excepto, un intento frustrado de repartición del mercado de Canastica.

La gestión Municipal de Nelson Guillén decidió ejecutar en septiembre del 2018 aquél plan que había diseñado su antecesor, y se embarcó en una gran aventura de desalojos que provocó fuertes movilizaciones sociales, ruptura de la cohesión social y del aparato económico informal existente.

Fueron trasladados los vendedores de las calles al mercado de Canastica, donde todo pronóstico indicaba que no había posibilidad de desarrollo de actividad comercial hasta el momento, se fortalecieron las medidas para evitar las ventas en las calles y al pasar los primeros 30 días, ya los mercaderes trasladados a Canastica, que por lo general son personas que viven del día a día y carecen de alguna previsión económica, ya comenzaban a gritar y anunciar que se encontraban en quiebra.

Cerca al proceso electoral del 2020, la gestión de Nelson Guillén, que sabía el asesinato económico que había producido, y pensando en ganar el favor de la gente para una repostulación, flexibilizó las medidas, permitiendo que los mercaderes volvieran a operar en las calles.

Gana la alcaldía en 2020 José Montás, los mercaderes tienen desde hace meses las calles tomadas, escapando de la crisis, y hay un grito de de periodistas, organizaciones, comunitarios, empresarios y líderes políticos de que hay que tener las calles y aceras libres de vendedores del mercado. 

El alcalde Montás anuncia que a partir del domingo 10 de mayo deberán quitarse los vendedores de las calles, y así lo cumple. 
Se llena de júbilo la gente porque las calles están sin vendedores, pero pocos se preocupan por el drama económico que se ha creado desde hace dos años a la economía de unos trabajadores informales que desalojados, llevados a un sepulcro económico y sepultados sin dolientes.

Es más común y gana más simpatías, ese hombre externo que llamaba San Agustín, preocupado por lo superficial y que aparenta ajeno al hombre interno. Se ha venido aplicando una política de sálvese quien pueda, y mucho más, cuando se trata de personas y grupos con poca incidencia social.

Todos estamos de acuerdo con calles y aceras accesibles, pero sobre todo, todos deberíamos estar de acuerdo, con que esos vendedores se les resuelva rápido un lugar viable en son de puedan desarrollar su actividad económica. 

No es justo que casi a dos años de aquel sepulcro económico en Canastica, aún esas personas tengan que vivir vendiendo en las calles, siendo tratados como delincuentes, maltratados y humillados, cuando fueron despojados de un derecho que habían ganado y sobre todo de un derecho más humano, ese que señalaba San Agustín como el derecho a sobrevivir.

Sugiero a mis conciudadanos, que con la misma fuerza y persistencia con la que insistimos en calles y aceras sin vendedores, que así mismo y quizás con mayor fuerza, insistamos en que darle respuesta a esos vendedores, ubicarlos en un lugar digno para trabajar, debe ser una de las prioridades de las actuales autoridades.

Es de grandes reconocer los errores. Esperamos que el honorable Alcalde José Montás, asuma con sentido histórico, resarcir el daño que provocó su plan del 2010, aprovechando esta segunda oportunidad, para obrar en favor del bienestar.

Que no nos avergüence la pobreza que con nuestras decisiones creamos. Actuemos para superarnos, reconociendo nuestras faltas y obrando con sentido de bienestar. 



Por WELLINGTON MARTÍNEZ

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