ABE SHINZO, UNA DRAMÁTICA DESPEDIDA AL FRENTE DE JAPÓN

HONG KONG (29 Agosto 2020).- El pasado lunes ya se intuía que algo andaba mal, pero nadie imaginaba que tanto. Esa jornada, el primer ministro nipón, Abe Shinzo, batía el récord nacional de días consecutivos en el poder, ostentado hasta entonces por su tío abuelo Sato Eisaku, que gobernó el país entre 1964 y 1972. Pero en vez de celebrarlo, el mandatario pasó la mañana en un centro hospitalario, su segunda visita al médico en solo una semana. Con los rumores sobre su estado ya disparados, ayer confirmó su dimisión por problemas de salud.
“Lo siento desde el fondo de mi corazón por no poder cumplir con mis deberes. No puedo ser primer ministro si no puedo tomar las mejores decisiones para la gente”, afirmó, de traje y sin mascarilla, ante la prensa. Con esta decisión, el premier nipón no podrá cumplir su último mandato, que concluía en septiembre del 2021, justo después de unos Juegos Olímpicos (aplazados este año por la Covid-19) que se adivinaban como la guinda con la que poner fin a su trayectoria.
Los problemas físicos de Shinzo vienen de lejos. Desde su adolescencia, el político padece colitis ulcerosa, una enfermedad del sistema digestivo que provoca dolor abdominal intenso y diarrea. Tras su primer asalto al poder en el 2006, esta dolencia ya le forzó a dejar el cargo tan solo un año más tarde. Cuando retomó el puesto en el 2012, explicó que había logrado controlar su afección gracias a un nuevo medicamento. Pero el estrés inherente al cargo, agravado por la crisis del coronavirus, ha provocado que la enfermedad reaparezca.
“Mi salud se ha deteriorado, he perdido mucha de mi fuerza y energía”, reconoció. Ahora se está sometiendo a un nuevo tratamiento que parece que funciona. Aun así, dijo que prefiere apartarse voluntariamente a tener que dejar el puesto vacante por sorpresa en mitad de una pandemia.
Su adiós pone punto y final a una de las carreras más singulares de la política nipona desde la Segunda Guerra Mundial. Perteneciente a una familia con pedigrí mandatario (su abuelo y su tío abuelo fueron primeros ministros, y su padre, ministro de Exteriores), Shinzo se convirtió en el premiermás joven de la historia nipona al acceder al cargo por primera vez en el 2006, momento en el que fue percibido como un símbolo del cambio.
Tras acceder a su segundo mandato en el 2012, el político conservador fue capaz de revalidar el cargo otras dos veces más (el 2014 y el 2017, esta última logrando una gran mayoría), una proeza en un país en el que los últimos líderes duraban poco más que un telediario. Eso sí, más que sus aciertos, su receta para el triunfo fue aprovecharse de la falta de alternativas creíbles en la bancada rival para adelantar elecciones y fortalecer su poder.
Numerosos analistas coinciden al señalar que el legado de Shinzo está sembrado de claroscuros, incluidos varios escándalos de corrupción y amiguismo entre gente de su entorno. En el 2012, uno de sus grandes objetivos fue relanzar la economía japonesa, de capa caída desde la crisis de los años noventa y el entonces reciente desastre de Fukushima. Para ello, apostó por un agresivo programa bautizado como abenomics , que conjugaba estímulos monetarios masivos, aumento del gasto público y reformas significativas.
Sin embargo, sus resultados han sido más bien discretos, con Japón sufriendo ahora la peor recesión de su historia por culpa de la guerra comercial entre China y EE.UU. y la pandemia de coronavirus. Tampoco ha fructificado su cacareado anuncio de aumentar el peso de las mujeres en el mercado laboral en uno de los países con mayor desigualdad de género del mundo.
“El problema es que prometió revertir el status quo, pero su partido representa los intereses creados por ese status quo”, analizó Jeff Kingston, director de estudios asiáticos en la Universidad de Temple. Además, también resultaron muy controvertidas su intención de retomar la energía nuclear o su deseo de reformar la Constitución pacifista que impusieron los estadounidenses, que le priva de mantener un ejército convencional.
Sus resultados en la esfera internacional también son agridulces. Con EE.UU., su principal valedor frente a los misiles norcoreanos, ha sido capaz de cimentar un fuerte vínculo apuntalado a base de partidas de golf con Donald Trump.
Más complicada ha sido su relación con China y Corea del Sur, dos vecinos castigados por el imperialismo nipón del siglo XX que ven con recelo los continuos aumentos del presupuesto militar nipón o la tibieza de Abe y los suyos a la hora de criticar las atrocidades niponas de aquellos aciagos años. Finalmente, como él mismo reconoció ayer, tampoco ha sido capaz de solventar el contencioso de los japoneses secuestrados hace lustros por Corea del Norte o las disputas territoriales que mantiene con Rusia.
Pese a su partida, nadie duda de que su formación, el Partido Liberal Democrático, seguirá llevando las riendas del poder. De sus filas saldrá próximamente el relevo de Shinzo, y entre los nombres que se suenan con más fuerza están el del actual ministro de Hacienda, Taro Aso; el portavoz del Gobierno, Yoshihide Suga; el exministro de Exteriores, Fumio Kishida; o el exministro de Defensa, Shigeru Ishiba.

Por ISMAEL ARANA/La Vanguardia

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