“CONVIRTÁMONOS EN UNA IGLESIA CON EL CÁNTARO EN LA MANO, QUE DESPIERTA LA SED Y LLEVA EL AGUA, ENSANCHEMOS NUESTRO CORAZÓN": PAPA FRANCISCO EN CORPUS CHRISTI
CIUDAD DEL VATICANO (6 Junio 2021).- En la tarde del domingo 6 de junio, el Pontífice ha presidido la Santa Misa del Corpus Christi desde el altar de la Catedra en la Basílica Vaticana, deteniéndose, durante su homilía, en explicar de qué manera podemos nosotros hoy preparar la Pascua del Señor - al igual que los discípulos prepararon el lugar donde iban a celebrar la cena Pascual - y entender cuáles son lugares de nuestra vida en los que el Señor pide que lo recibamos.
Sus respuestas se han detenido en tres imágenes del Evangelio:
La
primera imagen: el hombre que lleva un cántaro de agua
Jesús dice a los suyos que adonde los conduzca un
hombre con un cántaro de agua, allí se podrá celebrar la cena de Pascua. “Ese
hombre, totalmente anónimo, se convierte en guía para los discípulos que buscan
el lugar que después será llamado el Cenáculo. Y el cántaro de agua es el signo
para reconocerlo. Un signo que nos lleva a pensar en la humanidad sedienta, siempre
en busca de un manantial de agua que la sacie y la regenere” ha dicho el Papa
Francisco. Pero – dice - esta “señal” simbólica se refiere a que, para saciar
esta sed, el agua de las cosas mundanas no sirve “porque se trata de una sed
más profunda, que sólo Dios puede satisfacer”.
Por tanto, el Papa explica que para celebrar la
Eucaristía “es preciso reconocer, antes que nada, nuestra sed de Dios:
sentirnos necesitados de Él, desear su presencia y su amor, ser conscientes de
que no podemos salir adelante solos” y pone de relieve e drama actual en el que
encontramos a menudo que la sed ha desaparecido: “Se han extinguido las
preguntas sobre Dios, se ha desvanecido el deseo de Él, son cada vez más
escasos los buscadores de Dios. Dios no atrae más porque no sentimos ya nuestra
sed profunda”. Por ende, la invitación de Francisco es que como Iglesia no
puede ser suficiente el grupito de asiduos que se reúnen para celebrar la
Eucaristía; “debemos ir a la ciudad, encontrar a la gente, aprender a reconocer
y a despertar la sed de Dios y el deseo del Evangelio”.
La
segunda imagen: la habitación amplia en el piso superior
Es allí donde Jesús y los suyos celebrarán la cena
pascual y esta habitación se encuentra en la casa de una persona que los aloja.
Se trata – dice el Papa – de “una habitación amplia para un pequeño pedazo de
Pan”. Dios se hace pequeño como un pedazo de pan y justamente por eso es
necesario un corazón grande para poder reconocerlo, adorarlo y acogerlo: “La
presencia de Dios es tan humilde, escondida, en ocasiones invisible, que para
ser reconocida necesita de un corazón preparado, despierto y acogedor” explica
el Santo Padre. De hecho, dice: “Si nuestro corazón no tiene una habitación
amplia, se parece a un depósito donde conservamos con añoranza las cosas
pasadas; si se asemeja a un desván donde hemos dejado desde hace tiempo nuestro
entusiasmo y nuestros sueños; si se parece a una sala angosta y oscura porque
vivimos sólo de nosotros mismos, de nuestros problemas y de nuestras amarguras,
entonces será imposible reconocer esta silenciosa y humilde presencia de Dios”.
Por tanto, destaca la invitación del Papa a “ensanchar
el corazón”, a “salir de la pequeña habitación de nuestro yo y entrar en el
gran espacio del estupor y la adoración”. Además, invita también a la Iglesia a
ser una sala amplia: “No un círculo pequeño y cerrado, sino una comunidad con
los brazos abiertos de par en par, acogedora con todos”. “La Iglesia de los
perfectos y de los puros – dice – es una habitación en la que no hay lugar para
nadie; la Iglesia de las puertas abiertas, que festeja en torno a Cristo es, en
cambio, una sala grande donde todos pueden entrar”.
La
tercera imagen: Jesús que parte el pan
Es el gesto eucarístico por excelencia, el gesto que
identifica nuestra fe, el lugar de nuestro encuentro con el Señor que se ofrece
para hacernos renacer a una vida nueva. Se trata de un gesto “sorprendente”
dice el Papa, pues hasta ese momento se inmolaban corderos y se ofrecían en
sacrificio a Dios, “ahora es Jesús el que se hace cordero y se inmola para
darnos la vida”. Es más, el Papa explica “que es el Señor, que no quebranta a
nadie, sino que se parte a sí mismo; es el Señor, que no exige sacrificios,
sino que se sacrifica él mismo, es el Señor, que no pide nada, sino que entrega
todo”. Al final de su homilía, el Papa recuerda que, para celebrar y vivir la
Eucaristía, también nosotros estamos llamados a vivir este amor: “Porque no
puedes partir el Pan del domingo si tu corazón está cerrado a los hermanos. No
puedes comer de este Pan si no compartes los sufrimientos del que está pasando
necesidad”.
Por MIREIA
BONILLA/Vatican News
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