UN 18 DE FEBRERO FALLECIÓ WATERYÉN, ÍCONO DE LA TRADICIÓN CARNAVALESCA DE SAN CRISTÓBAL


Hoy se cumplen 28 años del fallecimiento trágico e inesperado de este importante ícono de la tradición carnavalesca de San Cristóbal y no lo quiero dejar pasar inadvertido, porque Wateryén no merece, ni se ha ganado el olvido, que es la muerte verdadera.


 Wateryén era un ser humano con nombre y apellido, que vivió movido por el llamado irresistible de la tradición.


En vida se llamó Julio Heredia de los Santos. Nació en la comunidad de Los Cantines de la común de San Miguel, de la provincia San Cristóbal. Su madre fue Fideligna de los Santos y Doña Rosa de los Santos (Naná), su madre de crianza. Su padre tiene por nombre Seberino Heredia. Procreó dos hijos: Mireya y Alfredo.


El mote de Wateryén provino de su aparente parecido físico con un pelotero nombrado Walter James.


A pesar de que se lamentaba porque vivía en una condición miserable, económicamente hablando, “rodando por donde quiera” (como él decía) y, durante mucho tiempo durmiendo donde le cogiera la noche, se enorgullecía de “no haber robado ni engañado a nadie” y de no darle tormentos a su familia por caer preso por delincuente.


No sabía leer ni escribir, pero era una persona extremadamente inteligente, intrépida y creativa. Para poder sobrevivir en un medio adverso a su condición de marginado, analfabeto, pobre paupérrimo y prieto de ñapa, tuvo que desempeñar innúmeros oficios sin quejarse ni avergonzarse. Fue vendedor de helados, limpiabotas, dulcero, limpia patrios y jardines, llenador de camiones de arena, sereno, iba a Higüey a pie como cumplidor de promesas, pedía por las calles con una Virgen de la Altagracia en la cabeza, fue obrero móvil en la Fabrica del Vidrio, servidor de misterios, curandero, adivinador y, finalmente, cuando le sorprendió la muerte inesperada, era barrendero del Ayuntamiento Municipal de San Cristóbal. 


Pero la actividad que llenó toda su vida y en la que él “se sentía ser alguien” fue la interpretación de la estampa carnavalesca del “Roba la gallina”, que realizó desde los 10 años de edad, según nos confesó.


En varias ocasiones nos dijo emocionado que le agradecía mucho al “Roba la Gallina”. Que había nacido con eso, que “era un don que Dios le había dado”.


En otra oportunidad, conversando en su casa me dijo algo que reflejaba la pasión que sentía por el carnaval: “Yo el carnaval lo vivo y lo uso en el corazón. Nada tengo, pero sí tengo aquella personalidad tan líder y glorificada y que llena mi corazón, que la vivo y la se vivir, que se llama roba la gallina. Eso me lo quita Dios cuando me mate. Con emoción lo digo y con cariño.”

 

Como toda pasión guarda siempre un pequeño misterio, la de Wateryén por el carnaval y la Roba la Gallina tenía el suyo. Él estaba convencido que ese don se lo había dado Dios para que cumpliera una misión, que nunca quiso explicar. Sólo me reveló que había hecho una promesa a San Gregorio Hernández, médico de los desamparados, (que era su devoción mística) de no abandonar el personaje del Roba la Gallina mientras vida tuviera.


Era tal ese compromiso, que quería que cuando muriera lo enterraran vestido de Roba la Gallina. Muchas veces nos dijo de manera casi poética: “Mi corazón sube al cielo si me entierran difrazao de Roba la Ggallina” y era su deseo que lo llevara al cementerio el desfile del Carnaval Popular y le tocaran el Himno Nacional antes de sepultarlo, porque tenía la clara noción de que el carnaval era la fiesta de la Independencia Nacional y se concebía a sí mismo como un héroe del carnaval.


Wateryén murió trágicamente el 18 de enero de 1994. Un jovencito le dio una pedrada por la cabeza que le provocó una lesión cerebral que no fue bien atendida en el Hospital Juan Pablo Pina y murió esperando que lo trasladaran a un hospital especializado de la capital donde le administraran el tratamiento que necesitaba con urgencia. Bajo el pretexto de la falta de ambulancia murió abandonado en una triste cama de nuestro hospital público. 


Porque durante mucho tiempo fue quien mantuvo viva la tradición del carnaval con su peculiar “Roba la Gallina”, para su orgullo y el nuestro, lo declaramos en vida: Padre y Rey del Carnaval Popular de San Cristóbal, y ese título ni la muerte se lo puede quitar porque Wateryén fue en vida y es aún muerto, la fuerza de nuestra tradición carnavalesca.


Por JORGE NICOLÁS GÜIGNI


 Nota: Tomado del Libro CARNAVAL POPULAR DE SAN CRISTÓBAL, UNA HISTORIA PARA CONTAR

Jorge Guigni, 2003

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