"LAS LÁGRIMAS DE MARÍA SON EL SIGNO DEL LLANTO DE DIOS POR LAS VÍCTIMAS DE LA GUERRA QUE LO DESTRUYE TODO", PROCLAMA EL PAPA FRANCISCO
CIUDAD DEL VATICANO (23 Abril 2022).- Tenemos tanta necesidad de llorar, y no debemos avergonzarnos de hacerlo, porque las lágrimas son un don, a veces una gracia, una liberación del corazón. Llorar significa “abrirse”, abrise al Amor que nos abraza. Lo dijo el Papa Francisco pensando en las lágrimas derramadas por la Madre de Dios, al recibir a la Comunidad Pastoral de Nuestra Señora de las Lágrimas. “Las lágrimas de María son el signo del llanto de Dios por las víctimas de la guerra que lo destruye todo”.
María siguió a su Hijo en todo, incluso en la santidad
de los sentimientos, las emociones, hasta en la risa y el llanto, por eso “las
lágrimas de María son un reflejo de las lágrimas de Jesús”. El Santo Padre
Francisco, al recibir a la Comunidad Pastoral de Nuestra Señora de las Lágrimas
de Treviglio en la mañana del sábado 23 de abril, meditó sobre las lágrimas de
María, la primera discípula del Señor: lágrimas de alegría cuando dio a luz a
Jesús, lágrimas amargas cuando, al final, lo siguió a lo largo del camino
doloroso, y cuando estuvo a los pies de la cruz.
Las lágrimas de María fueron transformadas por la
gracia de Cristo, como toda su vida, todo su ser, todo en María se transfigura
en perfecta unión con el Hijo, con su misterio de salvación. Por eso, cuando
María llora, sus lágrimas son un signo de la compasión de Dios que nos perdona
siempre, del dolor de Cristo por nuestros pecados, por el mal que aflige a la
humanidad, especialmente a los pequeños, a los inocentes.
La
guerra está destruyendo a todos los pueblos involucrados
El corazón del Papa no se aleja de Ucrania tampoco en
esta ocasión, y piensa en las lágrimas de María que son “signo del llanto de
Dios por las víctimas de la guerra” que está destruyendo “no sólo” ese país y
dice:
Seamos valientes y digamos la verdad: está destruyendo
a todos los pueblos involucrados en la guerra. Todos. Porque la guerra no sólo
destruye al derrotado, no, también destruye al vencedor; también destruye a los
que la miran con noticias superficiales para ver quién es el vencedor, quién es
el vencido. La guerra destruye a todos. Cuidado con esto.
A su Corazón Inmaculado hemos confiado nuestra
súplica, y estamos seguros de que la Madre la ha aceptado e intercede por la
paz, porque ella es la Reina de la Paz, es la Madre de la Paz. Y mañana será el
Domingo de la Misericordia. Ella es la Madre de la Misericordia. Sabe lo que
significa “misericordia”, porque la tomó de Dios.
Dios
es un inquieto: quiere perdonar, perdonar, perdonar
María, nuestra Madre, enseña a no avergonzarse de las
lágrimas: no -dice Francisco-, no debemos avergonzarnos de llorar”, porque “los
santos nos enseñan que las lágrimas son un don, a veces una gracia, un
arrepentimiento, una liberación del corazón”.
Llorar significa abrirse, romper el caparazón de un
ego cerrado en sí mismo y abrirse al Amor que nos abraza, que siempre está
esperando para perdonarnos. Así es el corazón de Dios. Dios está en espera. ¿En
espera de qué? Del perdón, de perdonarnos. Es un inquieto, un incorregible:
quiere perdonar, perdonar, perdonar… Solamente pide que nosotros le pidamos el
perdón. Abrirse al Padre bueno y también abrirse a los hermanos. Dejarse
enternecer, dejarse conmover por las heridas de los que encontramos en el
camino; saber compartir, saber acoger, saber alegrarse con los que se alegran y
llorar con los que lloran.
Debemos
pedir la gracia de llorar
“Creo que nosotros, en nuestro tiempo -hablo en
general- hemos perdido la costumbre de llorar ‘bien’”, continúa diciendo el
Papa Francisco, que observa que “tal vez lloramos cuando sucede algo que nos
conmueve o cuando cortamos la cebolla”. “Nuestra civilización, nuestros
tiempos, han perdido el sentido del llanto” lamenta; del llanto “que sale del
corazón, como el de Pedro cuando se arrepintió”.
Debemos pedir la gracia de llorar ante las cosas que
vemos, ante el uso que se hace de la humanidad, no sólo ante las guerras, sino
ante el descarte, los viejos descartados, los niños descartados incluso antes
de nacer... Tantos dramas de descarte: el pobre que no tiene de qué vivir es
descartado; las plazas, las calles llenas de indigentes... Las miserias de
nuestro tiempo deben hacernos llorar y necesitamos llorar.
Francisco indica, entonces, una oración a elevar al
Señor:
"Señor, tú que has hecho brotar agua de la roca,
haz que broten lágrimas de la roca de mi corazón". El corazón de piedra
que ha olvidado cómo llorar. Por favor, pidamos la gracia de llorar. Todos
nosotros.
Que
el Espíritu de Jesús moldee nuestros sentimientos y acciones
Porque “debemos dejarnos conmover por las heridas de
los que encontramos en el camino, saber compartir, saber acoger, saber
alegrarnos con los que se alegran y llorar con los que lloran” el Santo Padre
pide aprender de María un estilo pastoral: el de Dios, que es ternura,
compasión y cercanía.
Todos debemos aprender siempre de María a seguir a
Jesús, a dejar que su Espíritu moldee nuestros sentimientos, nuestros deseos,
nuestros planes y nuestras acciones según el corazón de Dios. Para que, como
dice una hermosa oración litúrgica, "no prevalezcan en nosotros nuestros
sentimientos, sino la acción de su Santo Espíritu".
“Tenemos tanta necesidad de llorar”, termina diciendo
el Santo Padre, que agradece la visita a la Comunidad que nos hizo “volver a
meditar en las lágrimas de nuestra Madre”.
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