EN PEREGRINACIÓN SACERDOTAL EN CANADA, EL PAPA AFIRMA QUE LA IGLESIA ES CASA DE RECONCILIACIÓN
EDMONTON, Canadá (25 Julio 2022).- El segundo paso en la “peregrinación penitencial” del Santo Padre en Canadá, este lunes 25 de julio: el encuentro con los indígenas y la comunidad parroquial en la Iglesia del Sagrado Corazón, de Edmonton.
“Estoy contento de poder encontrarme con ustedes y de
volver a ver los rostros de varios representantes indígenas que hace algunos
meses fueron a visitarme a Roma” (ndr: encuentros de fines de marzo y
principios de abril). El Romano Pontífice expresó su emoción al reunirse, por
segunda vez, con los pueblos originarios durante su 37º viaje apostólico a
Canadá (la primera fue esta mañana en la zona de Maskwacis). Ahora, el punto de
encuentro fue la Iglesia del Sagrado Corazón de los Primeros Pueblos, en
Edmonton, construida en 1913 que sirve a los residentes del vecindario central
de Mc Cauley con un enfoque especial en los más descartados. Es un sitio muy
especial: en 1991, el arzobispo Joseph MacNeil la designa parroquia nacional de
las Primeras Nciones, los Métis y los Inuit, la primera de su tipo en Canadá.
“Aquel encuentro fue muy significativo. Ahora estoy en
la casa de ustedes, amigo y peregrino en sus tierras, en el templo donde se
reúnen para alabar a Dios como hermanos y hermanas”, afirmó, y recordó que, “en
Roma, después de escucharlos, les dije que ‘un proceso de sanación eficaz
requiere acciones concretas’” (Discurso a las delegaciones de los pueblos
indígenas de Canadá, 1º de abril de 2022).
Cristo,
centro del círculo sagrado de la vida
El Santo Padre fue recibido por unas palabras de
bienvenida del párroco, de dos fieles de la parroquia y por un canto indígena.
Candida Shepherd, miembro del consejo de la parroquia,
forma parte de la comunidad desde mediados del año 90. Se define como "orgullosa miembro de la Nación Metis de
Alberta". "Estoy eternamente agradecida por la forma en que nuestra
comunidad conecta la Espiritualidad de nuestros ancestros indígenas y nuestra
profunda relación con el creador y mi recorrido católico", señaló.
Por su parte, Bill Perdue, presidente del comité de
finanzas de la comunidad, creció en el barrio, se bautizó allí en 1963 y, desde
entonces, "rindo culto aquí", aseveró. "Como persona de herencia
mestiza, estoy orgulloso de vivir mi fe católica en una parroquia que reconoce
y honra a mis antepasados indígenas e irlandeses", aseguró.
Los representantes explicaron que, en la actualidad,
la Iglesia del Sagrado Corazón de los Primeros Pueblos es una comunidad
étnicamente diversa que incluye a las numerosas Primeras Naciones de Canadá, a
los metis, a los inuit y a los católicos eritreos, así como a los residentes
del barrio McCauley de Edmonton.
"Aunque está designada como una parroquia indígena, acogemos a
todos los pueblos, ya que todos formamos parte del único círculo de la
vida", sostuvieron.
La
Iglesia, comunidad abierta e inclusiva
El Papa manifiestó su alegría al constatar que, en
dicha parroquia, en la que confluyen personas de diversas comunidades de las
First Nations, de los Métis y de los Inuit, junto con gente no indígena de los
barrios locales y diversos hermanos y hermanas inmigrantes, dicho trabajo ya ha
comenzado. “Esta es una casa para todos, abierta e inclusiva, tal como debe ser
la Iglesia, familia de los hijos de Dios donde la hospitalidad y la acogida,
valores típicos de la cultura indígena, son esenciales; donde cada uno debe
sentirse bienvenido, independientemente de la propia historia y de sus circunstancias
vitales”, comentó.
Luego, les agradeció “por la cercanía concreta a
tantos pobres, esto me toca mucho, –que también son numerosos en este rico
país- por medio de la caridad, esto es lo que desea Jesús, que nos ha dicho y
nos repite siempre en el Evangelio: ‘Cada vez que lo hicieron con el más
pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo’ (Mt. 25,40)”.
El
Papa lamenta nuevamente el rol de ciertos católicos en el pasado
El Sucesor de Pedro también advirtió que “en la
Iglesia el trigo se mezcla con la cizaña”, "también en la Iglesia",
repitió, y puntualizó que “precisamente a causa de esa cizaña” quiso realizar
esta peregrinación penitencial e iniciarla esta mañana “haciendo memoria del mal
que sufrieron los pueblos indígenas por parte de muchos cristianos y con dolor
pedir perdón”.
Una vez más, el Pontífice insistió en que le duele
pensar “que algunos católicos hayan contribuido a las políticas de asimilación
y desvinculación que transmitían un sentido de inferioridad, sustrayendo a
comunidades y personas sus identidades culturales y espirituales, cortando sus
raíces y alimentando actitudes prejuiciosas y discriminatorias, y que eso
también se haya hecho en nombre de una educación que se suponía cristiana”.
“La educación siempre debe partir del respeto y de la
promoción de los talentos que ya están en las personas. No es ni puede ser
nunca algo elaborado previamente que se impone, porque educar es la aventura de
explorar y descubrir juntos el misterio de la vida. Gracias a Dios, en
parroquias como ésta, día tras día, se construyen por medio del encuentro las
bases para la sanación y la reconciliación.”
Gracias
a los obispos canadienses
Saliendo por un momento del discurso escrito, el
Obispo de Roma no pudo ocultar su inmensa gratitud a los obispos canadienses,
que hicieron posible su viaje. "Una Conferencia Episcopal unida hace
gestos grandes, da muchos frutos. Muchas gracias a la Conferencia
Episcopal", enfatizó.
La
reconciliación
Reconciliación es la palabra clave en la que se detuvo
el Obispo de Roma y propuso unas reflexiones en torno a ella. Formuló dos
preguntas: “¿Qué nos sugiere Jesús al respecto? ¿Qué significado tiene hoy para
nosotros?”.
“La reconciliación obrada por Cristo no fue un acuerdo
de paz exterior, una especie de compromiso para contentar a las partes”,
aclaró, y “tampoco fue una paz caída del cielo, que llegó por imposición de lo
alto o por absorción del otro”, recalcó. “Es Jesús quien nos reconcilia en la
cruz, en aquel árbol de la vida, como les gustaba decir a los primeros
cristianos”, sostuvo el Papa.
Los
indígenas, mucho para enseñarnos
“Ustedes, queridos hermanos y hermanas indígenas,
tienen mucho que enseñarnos sobre el significado vital del árbol que, unido a
la tierra por las raíces, da oxígeno por medio de las hojas y nos nutre con sus
frutos”, reflexionó el Santo Padre. Y, como bien acotó, “es hermoso ver la
simbología del árbol representada en la fisonomía de esta iglesia, donde un
tronco une a la tierra un altar sobre el cual Jesús nos reconcilia en la
Eucaristía, ‘acto de amor cósmico’ que ‘une al cielo y la tierra, abraza y
penetra todo lo creado’ (cfr. Laudato si’, 236)”.
Francisco confesó que este simbolismo litúrgico le
recuerda un “pasaje estupendo”, dijo, que pronunció Juan Pablo II en el país,
durante una Liturgia de la Palabra con los indígenas de Canadá, en el viaje
apostólico de uno de sus predecesores, el 15 de septiembre de 1984: “Cristo
anima el centro mismo de cada cultura, por lo que el cristianismo no solo
comprende a todos los pueblos indígenas, sino que el mismo Cristo, en los
miembros de su cuerpo, es indígena”. “Y es Él quien en la cruz reconcilia,
vuelve a unir y lo que parecía impensable e imperdonable, abraza a todos y a
todo. Todos y todo”, agregó Bergoglio.
El Pontífice recordó que “los pueblos indígenas
atribuyen un fuerte significado cósmico a los puntos cardinales, estos no sólo
se conciben como puntos de referencia geográfica sino también como dimensiones
que abrazan la realidad en su conjunto e indican el camino para sanarla,
representada por la llamada ‘rueda de la medicina’”. Y, retomando sus
comentarios sobre la iglesia, consideró que este templo “hace propia esa
simbología de los puntos cardinales y les atribuye un significado cristológico.
Jesús, por medio de las extremidades de su cruz, abraza los puntos cardinales y
reúne a los pueblos más lejanos, sana y pacifica todo (cf. Ef 2,14). Allí
cumple el designio de Dios: “reconciliar todas las cosas” (cf. Col 1,20).
Mirar
juntos a Cristo
“Si queremos reconciliarnos entre nosotros y dentro de
nosotros, reconciliarnos con el pasado, con las injusticias sufridas y la
memoria herida, con sucesos traumáticos que ningún con suelo humano puede
sanar, hay que levantar la mirada a Jesús crucificado, hay que obtener la paz
en su altar.”
El Papa resaltó que "precisamente, es en el árbol
de la cruz donde el dolor se transforma en amor, la muerte en vida, la
decepción en esperanza, el abandono en comunión, la distancia en unidad. La
reconciliación no es tanto una obra nuestra, es un don que brota del Crucificado,
es paz que viene del Corazón de Jesús, es una gracia que hay que pedir".
"En
nombre de Jesús, que esto no vuelva a pasar en la Iglesia"
En referencia a los dolores experimentados por los
indígenas en el pasado en las escuelas residenciales, Francisco exclamó:
"En nombre de Jesús, que esto no vuelva a pasar en la Iglesia".
"Que Jesús sea anunciado como Él desea, en la libertad y en la caridad, y
que cada persona crucificada que encontremos no sea para nosotros un caso que
resolver, sino un hermano o una hermana a quien amar, carne de Cristo a la que
amar", auguró el Papa.
La
Iglesia, cuerpo vivo de reconciliación
Según el Obispo de Roma, "la misma palabra
reconciliación es prácticamente sinónimo de Iglesia". "El término, en
efecto, significa 'hacer un concilio de nuevo'".
“Por eso, la Iglesia es la casa donde conciliarse
nuevamente, donde reunirse para volver a comenzar y crecer juntos. Es el lugar
donde se deja de pensar como individuos para reconocerse hermanos mirándose a
los ojos, acogiendo las historias y la cultura del otro, dejando que la mística
del estar juntos tan agradable al Espíritu Santo favorezca la sanación de la
memoria herida.”
Rezar,
ayudar juntos, compartir las historias de vida
“Este es el camino, no decidir por los otros, no
encasillar a todos dentro de esquemas prestablecidos, sino ponerse ante el
Crucificado y ante el hermano para aprender a caminar juntos. Esta es la
Iglesia —y ojalá fuese siempre así—, no un conjunto de ideas y preceptos que
inculcar a la gente, sino una casa acogedora para todos. Esta es la Iglesia —y
ojalá fuese siempre así—, un templo con las puertas siempre abiertas donde
todos nosotros, templos vivos del Espíritu, nos encontramos, servimos y nos
reconciliamos. Queridos amigos, los gestos y las visitas pueden ser
importantes, pero la mayor parte de las palabras y de las actividades de
reconciliación ocurren a nivel local, en comunidades como ésta, donde las
personas y las familias caminan a la par, día tras día. Rezar juntos, ayudar
juntos, compartir las historias de vida, las alegrías y las luchas comunes abre
la puerta a la obra reconciliadora de Dios.”
El
estilo de Dios: Cercanía, compasión y ternura
Aludiendo de nuevo a la simbología del templo, en el
que sobre el altar y el sagrario se aprecian cuatro estacas de una típica tienda
indígena que, como el Papa señaló, se llama tipi, amplió que "la tienda
tiene un gran significado bíblico. Cuando Israel caminaba en el desierto, Dios
habitaba en una tienda que se instalaba cada vez que el pueblo se detenía. Era
la Tienda del Encuentro".
“La tienda nos
recuerda que Dios camina con nosotros y le gusta encontrarnos juntos, reunidos,
en concilio. Y cuando se hace hombre, el Evangelio dice, literalmente, que “puso
su tienda entre nosotros” (cf. Jn 1,14). Dios es el Dios de la cercanía, en
Jesús nos enseña el lenguaje de la compasión y de la ternura. Esto se debe
entender cada vez que vamos a la iglesia, donde Él está presente en el
tabernáculo, palabra que significa precisamente tienda. Dios pone su tienda
entre nosotros, nos acompaña en nuestros desiertos; no vive en palacios
celestiales, sino en nuestra Iglesia, y desea que sea casa de reconciliación.”
La
oración final del Papa
Por último, las palabras de Francisco se conviertieron
en plegaria: "Jesús, crucificado resucitado, que habitas en este pueblo
tuyo, que deseas resplandecer a través de nuestras comunidades y nuestras
culturas, tómanos de la mano y, también en los desiertos de la historia, guía nuestros
pasos por el camino de la reconciliación. Amén".
Tras su discurso, todos los presentes rezaron el
Padrenuestro, el Sucesor de Pedro impartió la bendición e intercambiaron
regalos.
Al salir, el Pontífice bendijo la estatua de Santa
Catalina Tekakwitha (1656-1680), la primera indígena canonizada en la Iglesia
católica.
Por SEBASTIÁN
SANSÓN FERRARI/Vatican News
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