CON OTRO RITMO, MÚSICA PARA EXPRESAR AMOR

“Dios guarda la música en su inmensidad”. A todos nos sorprendió esa frase que aparece en las dedicatorias del disco de Alejandro Sanz titulado “La música no se toca”; no son muchos los cantantes pop que mencionan al Creador en su trabajo, algo que era completamente normal en los tiempos de la música clásica. 


El mismo Bach había escrito al final de una de sus obras: “La música fue creada para honrar a Dios y para hacer disfrutar a nuestro espíritu”. Prácticamente todos y cada uno de los clásicos firmaban sus obras con la frase “Soli Deo Gloria” (A Dios sea la gloria) como una certificación de que su talento era un regalo del Señor. De hecho, alguien dijo: “Bach nos dio la Palabra de Dios, Mozart nos dio la risa de Dios, Beethoven nos dio el fuego de Dios. Dios nos dio la música para que pudiéramos orar sin palabras”.

La música está dentro de la propia naturaleza, Dios la diseñó como un universo de sonidos que se integraran de tal manera dentro de nosotros, que son capaces de alterar nuestra alma. Sonidos iguales en cualquier lugar y en cualquier momento, porque la música es el lenguaje universal que todos podemos entender: porque es el lenguaje de Dios. Una nota suena igual en cualquier garganta de cualquier persona en el mundo, con una tesitura exacta para todos, de hecho, los niños pueden cantar antes de desarrollar la facultad para hablar. Sucede exactamente lo mismo en los instrumentos: una cuerda tiene que tener una tensión exacta para que suene de una manera determinada en cualquier lugar del mundo. No es una invención humana, la música vive en la misma esencia del universo, las estrellas emiten sonidos que recorren las galaxias… la música es un regalo de Dios.

Dios inventó la música para expresar amor. Cantamos a quien amamos.

De nosotros depende si queremos escuchar la canción de Dios o si dejamos que nuestro corazón desfallezca en silencio. Cada uno de nosotros toma, en su vida, la decisión de si esa melodía iluminará nuestra alma o nos quedaremos sin conocerla. De nosotros depende si recibimos emocionados la gracia que el Compositor celestial nos regala, o seguimos caminando rutinariamente dentro de la oscuridad de los sonidos estridentes.

Y digo que depende de nosotros, no porque Dios no tenga poder para hacer un milagro en nuestra vida, y sorprendernos de tal manera que no haya otra respuesta posible que amarle, sino porque su amor nos regaló la capacidad de cerrar nuestros oídos a lo que no nos hace bien… pero muchos han usado esa libertad para alejarse, precisamente, de quién más les ama.

Cuando conocemos a nuestro Creador no podemos dejar de cantar. La música pasa a ser una expresión de gratitud impresionante no sólo porque nos ayuda a cantar nuestro amor, sino ¡sobre todo! Porque nos enseña a sentirnos amados. Ese amor inquebrantable del Señor es la razón de nuestro canto: “Tú eres quien me ayuda. Soy feliz bajo tus alas! Mi vida entera está unida a Ti; tu mano derecha no me suelta” (Salmo 63:7-8).

Ahora es tiempo de alabar a Dios.

 

 

Por JAIME FERNÁNDEZ

El autor es columnista de Protestante Digital

No hay comentarios.: