Lo primero que hace un nuevo rico antes de adquirir el último televisor de pantalla plana, cubrirse el cuello con cadenas de oro y emplear a una trabajadora doméstica para las tareas del hogar, es comprar privilegios.
El nuevo rico necesita hacerse notar. Sobre todo trata
de separarse del resto de la masa «incapaz» e «ignorante». Ellos son listos y
exitosos emprendedores, por lo tanto, es «lógico» que tengan acceso primero que
los demás, a bienes, servicios y otros favores.
Intenta sobornar a funcionarios, maestros, médicos, a
todo el mundo, para ser atendido de forma preferencial. Soborna y corrompe.
Reina en el mundo de Timón de Atenas, el célebre
personaje de William Shakespeare, «que somete y compra a su amor y a su
sociedad, los corazones de todas clases». No es generoso, él conquista poder,
usurpa beneficios.
El nuevo rico se autoafirma en su capacidad de comprar
a los demás, se siente en la gloria. Como el personaje del drama shakesperiano,
no hace amigos, obtiene aduladores, servidores que medran a costa de sus
dádivas.
Disfrazado de generoso marchante, mercadea elogios y
afectos, la prostitución que genera lacera a la colectividad.
Cuando se erige el dinero en vara de medir triunfos,
en paradigma del éxito, los valores fundamentales de una sociedad como la
nuestra se ven severamente disminuidos.
Cuando el dinero se convierte en divinidad y reina
sobre las mentes y los corazones, como señala Shakespeare, «es el alcahuete
común de pueblos y naciones» o como dice con sabia ironía el Arcipreste de Hita
«comprarás paraíso, ganarás salvación, cuando es mucho el dinero es mucha la
salvación».
Construir al hombre nuevo, esa tarea ingente, no es
una utopía inalcanzable, es una necesidad.
Ejemplos de esos hombres y mujeres del socialismo con
los que soñó el Che, sobran en nuestra pequeña Isla; donde no faltan tampoco,
por supuesto, los que se sitúan en las antípodas.
Nadie dijo que era fácil ni que era cuestión de
fabricar un molde en barro y fundir ejemplares por miles.
El altruismo, la solidaridad, el amor al trabajo,
pueden sufrir menoscabo en tiempos difíciles, pero el cubano formado en estos
años de Revolución muestra, constantemente, los valores de que está dotado.
Una atleta que entrega una medalla a una rival, porque
considera injusta la regla; miles de médicos que brindan su aporte solidario
fuera de la Isla, bomberos que arriesgan la vida, maestros que no renuncia a su
vocación en medio de increíbles necesidades, dueños de negocios que ejercen
solidaridad y no la caridad de los burgueses, son ejemplos de esos valores.
Esas personas que no salen en las noticias, los
millones que luchan y trabajan duro, día a día, en medio de un bloqueo
económico de proporciones apocalípticas, de las mayores privaciones, de la amenaza
permanente de una guerra de exterminio, sin rendir bandera, son la prueba
fehaciente de ese individuo diferente del socialismo.
En esta justa eterna con el pasado, con el que tiene
que lidiar la nueva sociedad en formación, los legados de Fidel y del Che son
imprescindibles.
No perdamos la fe en el individuo que nace del proceso
revolucionario: El hombre y la mujer del comunismo, libres como nunca antes,
que marcarán la salida definitiva de los seres humanos de la prehistoria de la
humanidad.
Por RAÚL ANTONIO CAPOTE/Granma
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