Marx les criticó a los socialistas utópicos el creer que la voluntad de los individuos determinaba el decurso de la sociedad. Dedicó muchas páginas a demostrar que esa posición partía de un presupuesto filosófico idealista, de ahí viene aquella máxima de que el hombre piensa como vive.
Pero Marx hablaba de un ser social, no de individuos. Pongámoslo de otra manera. Si los seres humanos como individuos pensaran como vivieran, en una relación causal mecánica y determinista, habría que borrar las dos terceras partes de la historia de la humanidad.
Sin irnos al ejemplo de Engels, burgués comunista que puso su suerte donde puso sus palabras, tendríamos que borrar a Carlos Manuel de Céspedes. No es que le fuera mal económicamente cuando decidió alzarse por la independencia de Cuba, y no es que liberar a los esclavos le diera mucho beneficio como hacendado. No fue el único, ya sabemos que Francisco Vicente Aguilera era considerado uno de los hombres más ricos del país, eso no le impidió alzarse y morir con los zapatos rotos en ee. uu. Nuestros patricios fundadores sacrificaron su condición de clase en el altar de la patria. Y si como colectivo se puede entender que lo hacían por pensar como vivían, y vivían la tiranía colonial como yugo, que también los ataba económicamente, como individuos, renunciaron a las comodidades de una vida sin sobresaltos, al sobresalto permanente de ser sorprendidos, en un potrero cualquiera, por una bala española.
Pero no se trata de ensalzar la condición de clase de nuestros líderes de la primera guerra de independencia, cuyo sacrificio deba ser considerado como un mérito añadido del que supuestamente carecen los humildes que los acompañaron. Todo hombre libre que se fue a la manigua lo hizo por encima de como vivía, salvo los negros esclavos que solo podían perder sus cadenas. El argumento que estamos construyendo es que aplicar la máxima de Marx a los individuos es un despropósito.
Digamos que es una aproximación de campo medio, como diríamos en física. Si usted toma a todos los individuos de una clase social y promedia sus comportamientos, la tendencia resultante apunta a que el ser arquetípico que emerge se comporta como apunta Marx. Todos los miembros de esa clase tienen algo de ese ser promedio, pero todos, a su vez, son más complejos que ese irreal personaje.
Y en física, el tema está en las fluctuaciones. Esas variaciones que se escabullen del comportamiento como manada y terminan siendo los actores, primero aislados, y luego como tendencia colectiva hacia un nuevo orden. Una transformación de fase, diría un físico. No es menos cierto que son las variables externas, económicas en última instancia, pero también sociales, políticas, culturales, hasta religiosas, las que implican que lo aislado se torne colectivo. A eso se refería Marx.
Es que cuando queremos entender el pensamiento del individuo exclusivamente como resultado de su manera de vivir, estamos haciendo como el novelista malo, que confunde al personaje concreto de su novela con el arquetipo que representa y no viceversa: el arquetipo se construye de los personajes concretos. Un personaje que no tenga más complejidad que el arquetipo es tan irreal como individuo, como la no existencia de ese ser promediado. Se pierden todos los matices, las sutilezas que hacen al ser real y, por tanto, que hacen al personaje vívido.
Es la diferencia entre el James Bond de Ian Fleming o el Jason Bourne de Robert Ludlum, e Ivan o Dimitri Karamázov de Fiódor Dostoievski. Y quizás la comparación sea más acertada sabiendo que, para el escritor ruso, ningún personaje queda realmente acabado y hay una ambigüedad irreductible en cada ser, que no puede ser determinada tan solo viendo las circunstancias que le rodean. Es en el rechazo a ese determinismo sicológico en el que Dostoievski termina siendo reclamado como el padre de la novela moderna. Como mismo Marx puede ser reclamado padre del pensamiento contemporáneo, por más que lo nieguen.
De cierto modo, huir de un arquetipo es un arquetipo, como una negación doble. Dimitri es tan arquetípico como Ivan, y ambos no lo son, porque como individuos escapan a cualquier encasillamiento. El ser social de Marx, que piensa como vive, es tan arquetípico como falso es verlo en cada individuo aislado, y, sin embargo, ahí está en cada uno de nosotros.
Y ya que estamos en esto, volvamos a Marx, y la idea esencial de que es la reproducción material y las condiciones que se establecen alrededor de ellas, las que determinan el comportamiento social de las personas. No hagamos como los socialistas utópicos y creamos que es llamando a la conciencia de los seres humanos que lograremos cambiar el comportamiento social. Nunca lo ha hecho, nunca lo hará. Reconozcamos, como Sigmund Freud reconoció que Los Hermanos Karamázov era la novela más grande jamás escrita, que lo que Marx escribió es el tratado social más grande jamás escrito y hagámosle caso.
Por ERNESTO ESTÉVEZ RAMS/Juventud Rebelde
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