Estamos en una gran sala de espera y antedespacho de los contrasentidos que continuamente conspiran y amenazan de forma abierta, sin ningún disimulo, los mandatos y los preceptos de vida.
Pretenden aniquilar todo cuanto para algunos, huele a rancio, llámense, respeto, pudor,
principios, valores éticos y morales, que son columnas indiscutibles de una
sana convivencia humana.
En fin, todo aquello que resulta análogo y desfasado,
contrario y falto de sintonía para los nuevos tiempos, en los que debemos
rendir cultos, veneración y obediencia a los códigos y formatos establecidos
por el To e To y Na e Na.
A todo galope, desenfrenado, distraídos en
banalidades, e influencias superfluas dirigidas y orientadas en las redes
sociales, corremos justamente hacia donde quieren llevarnos.
Bajo la premisa de que cuánto menos cerebros pensantes
sobre de los peligros y riesgos que acechan y rodean sus entornos, mejor,
presas más fáciles para los objetivos y propósitos perseguidos.
Tanto así, que damos y colocamos el bueno y válido de
algo que ni por asomo entendemos, pero el influjo de las modas y tendencias del
momento, orgullosos y más que complacidos las emulamos, al extremo de ufanarnos
de ello.
Un régimen de libertades abiertas, sin criterios
limitantes, ni bordes, ni fronteras de conductas y comportamientos. Todo debe
ser permitido y aceptado bajo la luz del sol, y estamparle el sello de ley y
garantías de un derecho reclamando, que
empuja en todos los órdenes y se abre paso y espacio, a las buenas o las malas,
sin reparar que cosas, o a quienes se llevan por delante.
No hay un acto de contrición a la vista, no es parte
de la agenda programada, al parecer, vamos camino al Monte de Megido…
al Armagedón.
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