Mientras tanto, que nos coma el tigre

La delincuencia anda por sus fueros, a su libre albedrío y a campo abierto, sin que  nada ni nadie le detenga.

Tal parece no existiera ninguna institución para combatirla, y todos tenemos miedo, al extremo que de nuestras propias sombras nos espantamos.

Y no es para menos, vivimos en un estado de indefensión, a merced y voluntad de malhechores,   forajidos y sicarios, sencillamente no hay autoridad con autoridad.

La tranquilidad y el sosiego  son cosas  del pasado, solo quedan  en el recuerdo, y en algún pensamiento vago y difuso.

La connivencia es evidente, solo existen leyes y reglas para los pendejos, a quienes de vez en cuando,  y cuando así conviene, los  definen como hombres serios y honestos.

El país se desgarra, entre  robos, atracos, asaltos, asesinatos y drogas a diestra y siniestra.

La  delincuencia nos come vivo. Las autoridades están a la defensiva.

Solo nos hablan de la cacareada reforma a la Policía Nacional, como única salvación, es decir, hay que sentarse a esperar, sabrá Dios hasta cuando.

Mientras tanto, que nos coma  el  tigre.

Dios nos ampare.

Con Dios siempre, a sus pies.

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