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Papa Francisco pide a los gobiernos un mayor compromiso: frenar la hemorragia de vida

CIUDAD DEL VATICANO (10 Mayo 2024).- Francisco intervino en los Estados Generales de la Natalidad y contradijo las teorĂ­as segĂșn las cuales el nacimiento de niños es un factor de desequilibrio: «La vida es un don, no un problema. SĂ­ lo es el materialismo y el consumismo ciego y desenfrenado, que es un virus maligno». El PontĂ­fice citĂł los datos de un demĂłgrafo: «Las armas y los anticonceptivos invierten con mĂĄs ingresos: uno mata la vida, el otro la impide». Pide a los gobiernos un mayor compromiso: frenar la hemorragia de vida.

En una Italia donde la edad media es de 47 años, en una Europa que se estĂĄ convirtiendo cada vez mĂĄs en un «viejo continente», en un mundo donde las armas y los anticonceptivos son las «inversiones que dan mĂĄs ingresos», en una sociedad donde las madres se ven obligadas a elegir entre el trabajo y los hijos, urgen «polĂ­ticas eficaces, opciones valientes, concretas y a largo plazo», asĂ­ como «un mayor compromiso por parte de todos los gobiernos» a favor de la familia. Por cuarto año consecutivo, como desde la primera ediciĂłn, el Papa Francisco interviene en los Estados Generales de la Natalidad, el gran evento que, reuniendo a ministros, periodistas, intelectuales, empresarios y deportistas, pretende sensibilizar a la opiniĂłn pĂșblica sobre los problemas ligados a la desnatalidad y sus deseables soluciones.

En el Auditorium de la ConciliaciĂłn, donde se celebra el acto, el Papa llega poco antes de las 9 de la mañana por una entrada lateral, saludado por mĂșsica y aplausos. En silla de ruedas, se detiene a saludar uno a uno a los presentes en primera fila. En el escenario, donde la pantalla proyecta el tĂ­tulo de la cuarta ediciĂłn «Esserci. PiĂč giovani piĂč futuro», hay un grupo de niños con la camiseta naranja del evento. Una niña con sĂ­ndrome de Down, vestida con una sudadera de lentejuelas moradas, estĂĄ sentada frente a la silla del Papa y, tras jugar con la cĂĄmara de su fotĂłgrafo, se detiene a saludar a Francisco, que la acaricia y choca los cinco con ella.

El saludo de Gigi De Palo

Junto al PontĂ­fice estĂĄ Gigi De Palo, presidente de la FundaciĂłn para la Natalidad y alma de este evento que el propio Papa define como una «obra de esperanza»; toma la palabra para agradecer a Francisco esta continua participaciĂłn: «La persona mĂĄs importante que tenemos es la que mĂĄs nos hace sentir a gusto», dice, recordando el objetivo bĂĄsico de los Estados Generales: «La primavera demogrĂĄfica, no porque estemos preocupados por quiĂ©n pagarĂĄ nuestras pensiones, sino porque queremos que nuestros hijos sean libres».

Materialismo y consumismo

Francisco abriĂł su discurso con el habitual «buenos dĂ­as», seguido de aplausos: «Es bonito aplaudir cuando uno da los buenos dĂ­as, porque muchas veces no nos saludamos», comenzĂł, reiterando que el tema de la natalidad le era «muy cercano». Luego va directo al grano y, como para responder a los numerosos estudios y teorĂ­as maltusianas y similares que -en el pasado, como en el presente- señalan a la natalidad como la raĂ­z de tantos desequilibrios en el planeta, subraya que no, que el problema del mundo no es que nazcan niños, que no son ellos la raĂ­z de la contaminaciĂłn, del hambre, de la falta de recursos.

El problema... son las opciones de quienes sĂłlo piensan en sĂ­ mismos, el delirio de un materialismo desenfrenado, ciego y rampante, de un consumismo que, como un virus maligno, erosiona de raĂ­z la existencia de las personas y de la sociedad

InversiĂłn en armas y anticonceptivos

El Papa exhorta a «invertir el rumbo» y hacerlo como polĂ­tica y como sociedad «para que las jĂłvenes generaciones estĂ©n en condiciones de realizar sus legĂ­timos sueños». Se trata de poner en marcha «opciones serias y eficaces a favor de la familia», subraya el PontĂ­fice, por ejemplo, debemos «poner a una madre en la condiciĂłn de no tener que elegir entre el trabajo y el cuidado de los hijos».

El discurso estĂĄ intercalado con varios pasajes improvisados, por ejemplo, cuando el Papa habla de un estudioso de la demografĂ­a que le dijo: «Ahora mismo las inversiones que dan mĂĄs ingresos son la fĂĄbrica de armas y los anticonceptivos. Una destruye la vida; la otra impide la vida».

Un don, no un problema

«Realismo, visiĂłn de futuro y valentĂ­a» son las tres palabras clave que el Obispo de Roma indica en su discurso. «Realismo», en referencia precisamente a las diversas teorĂ­as, «ya anticuadas y superadas desde hace tiempo», que hablaban de los «seres humanos» como «problemas» y que, por tanto, «el nacimiento de demasiados hijos crearĂ­a desequilibrios econĂłmicos, falta de recursos y contaminaciĂłn».

La vida humana no es un problema, es un don. Y en la raíz de la contaminación y del hambre en el mundo no estån los niños que nacen...

Casas llenas de objetos o animales

«El problema no es cuĂĄntos somos en el mundo, sino quĂ© tipo de mundo estamos construyendo -ese es el problema-; no son los niños, sino el egoĂ­smo, que crea injusticias y estructuras de pecado, hasta tejer interdependencias malsanas entre los sistemas sociales, econĂłmicos y polĂ­ticos», dice el Papa citando a Juan Pablo II. Denuncia «el egoĂ­smo» que lleva «a tener tantos bienes, sin saber hacer el bien». «Y los hogares -señala Francisco- se llenan de objetos y se vacĂ­an de niños, convirtiĂ©ndose en lugares muy tristes. No faltan perritos, gatos... Estos no faltan. Faltan niños». 

El problema de nuestro mundo no es que nazcan niños: es el egoísmo, el consumismo y el individualismo, que hacen que las personas se sientan saciadas, solas e infelices.

Un continente viejo

Para el Papa, el nĂșmero de nacimientos es el primer indicador de la esperanza de un pueblo. «Sin niños y jĂłvenes, un paĂ­s pierde su deseo de futuro», afirma. Se fija en Italia, por ejemplo, donde la edad media es actualmente de 47 años. Mientras que algunos paĂ­ses centroeuropeos tienen una media de 24 años. Los registros negativos aumentan y Europa se convierte progresivamente en «un continente cansado y resignado, tan ocupado en exorcizar la soledad y la angustia que ya no sabe saborear, en la civilizaciĂłn del don, la verdadera belleza de la vida».

A pesar de tantas palabras y tanto compromiso, no hay vuelta atrĂĄs. ¿Por quĂ©? ¿Por quĂ© no se puede detener esta hemorragia de vida?

Una cultura de la generosidad

¿QuĂ© futuro esperar? Urgen polĂ­ticas eficaces y con visiĂłn de futuro para «sembrar hoy para que los hijos recojan mañana». Es necesario un mayor compromiso por parte de todos los gobiernos, insistiĂł el Papa, para ayudar a las familias, a las madres y a «muchas parejas jĂłvenes a liberarse de la carga de la precariedad laboral y de la imposibilidad de comprar una casa». En definitiva, es necesario promover «una cultura de la generosidad y de la solidaridad intergeneracional, para revisar hĂĄbitos y estilos de vida, renunciando a lo superfluo para dar a los mĂĄs jĂłvenes una esperanza para el mañana».

Los jĂłvenes van contracorriente

El Papa se dirige a los jĂłvenes: muchos de ellos abarrotan el auditorio de la ConciliaciĂłn, procedentes de escuelas medias y secundarias. Les pide «valentĂ­a», ante un futuro que «puede parecer inquietante» y «que entre la desnatalidad, las guerras, las pandemias y el cambio climĂĄtico» hace desvanecer la esperanza.

Pero no se rindan, tengan fe, porque el mañana no es algo ineluctable: lo construimos juntos, y en este «juntos» encontramos ante todo al Señor. 

«No nos resignemos a un guiĂłn ya escrito por otros, rememos para invertir el rumbo, ¡incluso a costa de ir contracorriente!», es el aliento del Papa.

Los abuelos, fundamentales para construir el futuro

DesprendiĂ©ndose del texto escrito, habla a continuaciĂłn de «otra parte muy importante» en la construcciĂłn del futuro: los abuelos. «Hoy hay una cultura de esconder a los abuelos, de mandarlos a la residencia. Ahora ha cambiado un poco por la jubilaciĂłn -por desgracia es asĂ­-, pero la tendencia es la misma: descartar a los abuelos». A este respecto, Jorge Mario Bergoglio cuenta «una historia interesante», la de una simpĂĄtica familia en la que vivĂ­a el abuelo que, al envejecer, se ensuciaba cuando comĂ­a, por lo que su padre mandĂł construir una mesita en la cocina para que pudiera comer solo e invitar a otras personas.

Un dĂ­a llegĂł a casa y encontrĂł a uno de los niños pequeños trabajando con madera. «¿QuĂ© estĂĄs haciendo?» «Una mesita, papĂĄ». «Pero, ¿por quĂ©?» «Para ti: para cuando seas mayor». Por favor, no se olviden de los abuelos.

El Papa Francisco recuerda tambiĂ©n los tiempos en Buenos Aires en los que, visitando residencias de ancianos, muchas enfermeras le contaban que los ancianos allĂ­ hospitalizados no tenĂ­an familiares que vinieran a visitarlos. «Abuelos solos... Abuelos descartados.... Esto es un suicidio cultural», afirma. «El futuro lo hacen los jĂłvenes y los viejos, juntos; el coraje y la memoria, juntos». 

«Rezar a favor, no en contra»

De ahĂ­ el saludo y la habitual peticiĂłn de oraciones: «No se olviden de rezar por mĂ­. Pero recen por mĂ­, no contra mĂ­». TambiĂ©n aquĂ­ hay una anĂ©cdota, la de la viejecita de la plaza -muchas veces contada- que, ante el pedido del Papa: «¡Reza por, no contra!», sonriendo, le respondiĂł, señalando a San Pedro: «Tenga cuidado, Padre. AhĂ­ dentro estĂĄn los que rezan contra».

Al final del acto, tres madres con sus vientres de bebé regalaron al Papa un årbol, símbolo de la vida que nace y crece. A continuación, De Palo y todos los niños que estaban en el escenario se colocaron alrededor de Francisco para hacerse un selfie de grupo.



Por SALVATORE CERNUZIO/Vatican News

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