En el Capitolio de Roma el Papa Francisco pidió que la ciudad siga mostrando «su verdadero rostro» acogedor, hospitalario y generoso
CIUDAD DEL VATICANO (11 Junio 2024).- En el Capitolio de Roma el Papa Francisco recordó la historia de la Urbe y pidió que la ciudad siga mostrando «su verdadero rostro» acogedor, hospitalario y generoso.
Ciudad con vocación «universal», cuna de Papas y de
emperadores, cuna de la civilización y de acogida de personas de todo el mundo.
Custodia de tesoros artísticos y grandiosos vestigios del pasado. Sede del
Concilio, de tratados internacionales, de Juegos Olímpicos y Jubileos, sin
olvidar el que acogerá en el 2025 y del que se espera que mejore el decoro y la
eficacia de sus servicios públicos y que vea la plena cooperación entre la Santa
Sede y el gobierno italiano.
Es un retrato que destaca su grandeza, pero que no
olvida sus problemas y dificultades, el que el Papa Francisco dibujó esta
mañana de Roma: una ciudad «única en el mundo» por su atractivo y su
«responsabilidad» para con Italia, la Iglesia y la familia humana.
Este 10 de junio, Francisco visitó el corazón
institucional de la Urbe, el Capitolio: es la tercera vez tras la visita del
2019 y la – limitada a la plaza – del 2020 para el encuentro de oración por la
paz promovido por San Egidio.
De
cara al Jubileo
La visita de esta mañana tuvo lugar seis meses antes
de la apertura de la Puerta Santa que dará inicio al Jubileo, «un acontecimiento
de carácter religioso» pero que «puede incidir positivamente en el rostro mismo
de la ciudad, mejorando su decoro y haciendo más eficaces los servicios
públicos, no sólo en el centro, sino también favoreciendo el acercamiento entre
el centro y la periferia». Un énfasis, éste del Papa –acompañado del estímulo a
no perder el espíritu de caridad, acogida y hospitalidad que caracteriza a Roma
desde hace siglos, ciudad de «vocación universal» – compartido en su discurso
en la Sala Julio César ante concejales y asesores, autoridades y, por supuesto,
el alcalde Roberto Gualtieri.
El
saludo desde el Tabularium y la conversación con el alcalde
Fue la cita central de la visita que comenzó con la
llegada del Papa veinte minutos antes de la hora prevista, las 9 de la mañana.
Fue el primer ciudadano, ataviado con la faja tricolor, quien recibió al Santo
Padre a su llegada en su coche utilitario, cuando el sol aún no había salido
del todo sobre la más pequeña de las colinas sobre las que se fundó la «Ciudad
Eterna».
Con Gualtieri, el Papa intercambió un apretón de manos
y algunas palabras, antes de dirigirse – saludado por los toques de trompeta de
los fieles de Vitorchiano – hacia el Tabularium para detenerse en el primer
arco que domina el Foro Romano. De nuevo con Gualtieri, el Papa mantuvo una
conversación privada en el Palacio Senatorio, seguida de los saludos a la
familia del primer ciudadano y a los miembros de la Secretaría del Alcalde en
la Sala del Tapiz. En la Sala de las Banderas, el Papa Francisco firmó en
cambio el «Libro de Oro» del Ayuntamiento de Roma, y a continuación entró en la
Sala Julio César, el «parlamento» capitolino, donde fue recibido con un
caluroso aplauso desde los escaños del consejo.
En
la Sala Julio César
El primer gesto fue el saludo y la bendición a una
niña, la única en la sala, hija de un empleado. Su llanto, junto con los
aplausos, intercaló en varias ocasiones el discurso del Papa, introducido por
los saludos del alcalde, que habló de un «salto hacia adelante» para Roma,
porque «es el momento del coraje, no de la resignación», y el de la presidenta
de la Asamblea capitolina, Svetlana Celli, que definió la visita del Papa como
«el testimonio más auténtico y tangible del afecto y la cercanía a la ciudad de
Roma, que se prepara en estos meses para el Año Santo» y aseguró que está
«haciendo todo lo posible para acoger de la mejor manera a millones de
peregrinos».
Acercamiento
entre el centro y las periferias
La reflexión sobre el Año Santo 2025, que verá afluir
a Roma a miles de peregrinos y turistas, ocupó también un lugar central en el
discurso del Papa, que se desarrolló a partir de la historia milenaria – la más
antigua y la más reciente – de la ciudad.
“El próximo Jubileo también puede repercutir
positivamente en la propia fisonomía de la ciudad, mejorando su decoro y
haciendo más eficaces los servicios públicos, no sólo en el centro, sino
también acercando el centro a las periferias”
Colaboración
con el gobierno y la administración capitolina
Un gran acontecimiento que es impensable que pueda
desarrollarse de forma ordenada y segura sin la «colaboración activa y
generosa» de las Autoridades del Municipio capitolino y de las de la nación,
dijo el Papa, agradeciendo «calurosamente» también «al Gobierno italiano su
plena disponibilidad para colaborar con las Autoridades eclesiásticas para el
éxito del Jubileo, confirmando el deseo de cooperación amistosa que caracteriza
las relaciones recíprocas entre Italia y la Santa Sede».
Las relaciones se solidificaron con el tiempo, subrayó
Francisco, recordando el período de la Unificación de Italia, cuando «se abrió
una nueva fase, en la que, después de contrastes e incomprensiones con el nuevo
Estado unitario, en el contexto de lo que se llamó la cuestión romana, se llegó
hace 95 años al Concordato entre el poder civil y la Santa Sede». Después, el
Concordato, cuyo 40° aniversario se cumple este año, que – subrayó el Papa –
«reafirmó que el Estado italiano y la Iglesia católica son, cada uno en su
orden, independientes y soberanos, comprometiéndose a respetar plenamente este
principio en sus relaciones y a cooperar mutuamente para la promoción del
hombre y el bien del país».
No
relaciones de dinero, sino humanas
Sobre esta colaboración, el Papa, hablando
espontáneamente, quiso hacer una aclaración: «La mezquindad puede llevarnos a
pensar que las relaciones son de dinero, no, éstas son secundarias, las
relaciones son humanas». Palabras acogidas con un aplauso.
Estas relaciones serán aún más evidentes en el año
jubilar. Un año que, espera el Papa, puede ser una oportunidad para recuperar
el «espíritu universal» de Roma, «al servicio de la caridad, al servicio de la
acogida y de la hospitalidad», del que, espera Francisco, pueden ser
«verdaderos» testigos los peregrinos, los turistas, los migrantes, los pobres,
las personas solas, los enfermos, los presos y los excluidos. «Por esto –añadió
espontáneamente Francisco – decidí abrir una Puerta Santa en una cárcel».
“Que puedan testimoniar que la autoridad es plenamente
tal cuando se pone al servicio de todos, cuando utiliza su poder legítimo para
satisfacer las necesidades de la ciudadanía y, en particular, de los más
débiles, los últimos”
Acoger
a personas de todo el mundo
«Que Roma siga mostrando su verdadero rostro, un
rostro acogedor, hospitalario, generoso, noble», fue el aliento que el Papa
ofreció a la administración capitolina. La enorme afluencia de peregrinos,
turistas e incluso migrantes, no debe verse «como un agravante, una carga que
ralentiza y entorpece el flujo normal de las cosas»; sino que es, por el
contrario, una ocasión: cada «problema» de Roma es «el reverso de su grandeza
y, de ser un factor de crisis, puede convertirse en una oportunidad de
desarrollo: civil, social, económico, cultural».
“El inmenso tesoro de cultura e historia que yace en
las colinas de Roma es el honor y la carga de su ciudadanía y sus gobernantes,
y espera ser debidamente valorado y respetado”
Renacimiento
Renacimiento fue el mandato del Papa: «No olvidemos
que el origen de Roma es un renacimiento entre las ruinas de Troya», subrayó
hablando espontáneamente. «Que renazca en todos – añadió – la conciencia del
valor de Roma, del símbolo que representa en todos los continentes, y que se
confirme, más aún, que crezca la recíproca colaboración activa entre todos los
poderes que aquí residen, para una acción coral y constante que la haga aún más
digna del papel que el destino, o más bien la Providencia, le ha reservado».
El
saludo a las personas que estaban en la plaza
El intercambio de dones concluyó el momento en la Sala
Julio César: el alcalde entregó al Papa una medalla de plata en recuerdo de la
visita y un documento instituyendo algunas iniciativas sociales; el Santo Padre
correspondió con varios dones: para el Ayuntamiento, un mosaico que representa
el Arco de Tito; para el alcalde, un tríptico de medallas; para los concejales
y asesores, medallas y la Bula del Jubileo Spes non confundit.
Francisco saludó uno a uno a los presentes, y luego se
asomó a la Logia del Palacio Senatorial, donde lo esperaba desde hacía horas un
grupo de ciudadanos romanos reunidos en la plaza de Miguel Ángel: «Gracias por
su acogida», les dijo, «gracias por su trabajo, gracias por lo que hacen por la
ciudad». Casi recordando su primera aparición desde la Logia de las Bendiciones
hace once años, el Pontífice pidió al pueblo que rezaran «todos juntos» un Ave
María.
Descubrimiento
de una placa conmemorativa de la visita
Varios momentos marcaron la recta final de la visita
del Papa al Capitolio: el descubrimiento de una placa conmemorativa de su
visita: «A Su Santidad Francisco, Sucesor de Pedro y Obispo de Roma, promotor
del cuidado de la Casa Común y testigo de la fraternidad universal», reza la
inscripción. A continuación, la etapa en la Sala Laudato si', inaugurada por el
propio Pontífice en el 2019, y el saludo a los empleados capitolinos en la Sala
de la Protomoteca. Finalmente, con el telón de fondo de los toques de las
trombas de los fieles en Vitorchiano, Francisco se despidió del Capitolio para
regresar al Vaticano.
Por SALVATORE
CERNUZIO/Vatican News
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