Del papa León XIV a los religiosos: reconocer los signos de los tiempos para servir a los necesitados
CIUDAD DEL VATICANO (18 Septiembre 2025).- Responder a las necesidades del mundo, la obediencia para recordar a la sociedad actual el sentido del sacrificio y la importancia de vivir juntos la vocación religiosa.
Estas son las tres sugerencias que León XIV dio a los participantes en los Capítulos Generales de los Misioneros de la Preciosísima Sangre, de la Sociedad de María (Maristas), de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada y de las Ursulinas.
Prestar «atención a los signos de los tiempos» para servir
al prójimo en sus necesidades, vivir «la obediencia como un acto de amor» en el
mundo actual y la importancia de «la vida en común». Estos son los tres
mensajes de aliento que León XIV transmite a los religiosos y religiosas de
diversas congregaciones e institutos, reunidos en Roma para sus capítulos
generales y asambleas, con quienes se ha reunido hoy, 18 de septiembre, en
audiencia en el Vaticano. Entre los participantes se encontraban miembros de
los Misioneros de la Preciosísima Sangre, de la Sociedad de María (Maristas),
de los Frailes Franciscanos de la Inmaculada y de las Ursulinas de María
Inmaculada. Recordando el «bien» que hacen cada día en todas partes del mundo
—«a menudo desconocido a los ojos de los hombres, pero no a los de Dios»—, el Papa
invitó a los religiosos a «continuar con fe y generosidad» sus misiones,
respondiendo a las necesidades del mundo, siguiendo los pasos de quienes fundaron
estas familias religiosas.
“Sus fundadores y fundadoras fueron personas capaces
de observar, evaluar, amar y luego partir, incluso a riesgo de sufrir grandes
penas, incluso a costa de perder lo propio, para servir a los hermanos en sus
necesidades reales, reconociendo en la indigencia del prójimo la voz de Dios.”
La
atención a los signos de los tiempos
Es precisamente esta atención a los signos de los
tiempos la que, según destaca el Pontífice, debería ser el impulso para
estimular la misión. «Sin esta mirada abierta y atenta a las necesidades reales
de los hermanos, ninguna de sus Congregaciones habría nacido jamás», insiste,
«por eso es importante que trabajen en la memoria viva de esos valientes
comienzos» Citando a su predecesor, el Papa Francisco, el Papa León explica que
esto no significa «hacer arqueología o cultivar nostalgias inútiles», sino «recorrer
el camino de las generaciones pasadas» para captar «la chispa inspiradora» e
identificar «potencialidades quizás aún inexploradas, para ponerlas al servicio
del “aquí y ahora”».
De hecho, el Pontífice recuerda a los diversos
fundadores de estas realidades y la «herencia polifacética» que dejaron. Como,
por ejemplo, la beata Brigida di Jesús Morello, que fundó la Congregación de
las Hermanas Ursulinas de María Inmaculada y, en el siglo XVII, a través de la
formación de los jóvenes, «inauguró una obra de promoción de la mujer que daría
muchos frutos en el futuro». O también San Gaspar del Bufalo, fundador de los
Misioneros de la Preciosísima Sangre, que dos siglos después, en Roma, «se
comprometió a combatir el espíritu rampante de "impiedad e irreligión"
que afligía a su época». O también el padre Jean-Claude Colin, que partió del
«espíritu de humildad y ocultamiento de María de Nazaret» para fundar la
Sociedad de María. Por último, León XIV menciona también a San Francisco y a
San Maximiliano Kolbe, que inspiraron el nacimiento de los Frailes Franciscanos
de la Inmaculada.
La
obediencia puede ayudar al mundo a redescubrir el valor del sacrificio
El Pontífice subraya además la importancia de la
obediencia como «valor fundamental» para la vida de los religiosos, pero
también para el mundo actual, en el que a menudo impera la
autorreferencialidad. «Hoy en día, hablar de obediencia no está muy de moda: se
considera una renuncia a la propia libertad. Pero no es así». La obediencia es,
por el contrario, «una escuela de libertad en el amor», de la que Jesús fue el
primer ejemplo a través de «su relación con el Padre». León XIV menciona a este
respecto a San Agustín, que insistía en la «estrecha relación que existe, en la
vida cristiana, entre la obediencia y el amor verdadero».
“La obediencia,
en su significado más profundo de escucha activa y generosa del otro, es un
gran acto de amor con el que se acepta morir a uno mismo para que el hermano y
la hermana puedan crecer y vivir. Profesada y vivida con fe, traza un camino
luminoso de entrega, que puede ayudar mucho al mundo en el que vivimos a
redescubrir el valor del sacrificio, la capacidad de relaciones duraderas y una
madurez en el estar juntos que va más allá del «sentir» del momento para
consolidarse en la fidelidad.”
La
importancia de la vida en comunidad
Por último, el Pontífice invita a los religiosos a
vivir la vida en comunidad «como lugar de santificación y fuente de
inspiración, testimonio y fuerza en el apostolado». Aclara que en ella el
Espíritu es «uno y pasa simultáneamente a todos» y «se disfruta del fruto del
don ajeno como del propio».
“No en vano, el Espíritu Santo inspiró a quienes los
precedieron a unirse a las hermanas y hermanos que la Providencia puso en su
camino, para que en la comunión de los buenos se multiplicara y creciera el
bien. Así fue en los inicios de sus fundaciones y a lo largo de los siglos, y
así sigue siendo ahora”.
Por ISABELLA H.
DE CARVALHO/Vatican News
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