Amy Pope, directora de la OIM: "La Iglesia da esperanza a los migrantes"
CIUDAD DEL VATICANO (3 Octubre 2025).- Tras su audiencia con el Papa León XIV, Amy Pope, directora general de la Organización Internacional para las Migraciones, habló con Vatican News sobre la autoridad moral de la Iglesia católica y su labor práctica en favor de los derechos de los migrantes.
El Papa León XIV recibió en
audiencia privada en el Palacio Apostólico a Amy Pope, directora general de la
Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Posteriormente, Pope conversó con Vatican News acerca
de su encuentro con el Santo Padre y de la misión de la OIM para defender los
derechos de las personas en movimiento.
Usted fue recibida hoy en el Vaticano por el Papa León
XIV. ¿Cómo fue ese encuentro? ¿Qué temas globales sobre migración presentó al
Santo Padre?.
Empezamos hablando del impacto que están teniendo los
recortes en la financiación humanitaria sobre el trabajo que realizamos
nosotros y otras organizaciones en todo el mundo.
Hoy vemos que la necesidad es muy alta y sigue
creciendo debido a los conflictos, a las consecuencias de los desastres
climáticos y al aumento de la pobreza. Nunca antes había habido tantas personas
en movimiento.
Sin embargo, muchos de nuestros principales donantes
han reducido su apoyo a la respuesta humanitaria. En nuestra organización, esto
ya ha afectado a unos nueve millones de personas que han perdido ayuda o la han
visto reducida. Desde el punto de vista humano, las consecuencias son catastróficas
en algunos casos.
Hablamos entonces de la necesidad de que la Iglesia
trabaje junto a organizaciones como la nuestra, que atienden las necesidades
más básicas de las personas, para sensibilizar y movilizar apoyo. También
abordamos la importancia de replantear el debate sobre la migración en un momento
de polarización sin precedentes.
El mensaje de la Iglesia sigue teniendo gran fuerza:
los migrantes son fuente de esperanza y encarnan el sentido mismo de la
travesía cristiana.
Todos estamos en peregrinación, ya sea espiritual o
física. Nuestra tarea es recoger esas historias, construir comunidades de apoyo
y sensibilización, y avanzar hacia una sociedad más inclusiva.
Usted participa en la conferencia “Refugiados y
Migrantes en Nuestra Casa Común”, que aborda cómo educar a la gente sobre
migración. ¿Qué espera de este encuentro y qué temas plantea?
Amy Pope: Lo primero es recordar a todos la humanidad
de esta misión. Todos tenemos alguna historia de migración en nuestro pasado.
Todos compartimos necesidades y dignidad humanas.
Quiero ayudar a reorientar la conversación hacia esa
humanidad y dignidad que están en el centro de lo que hacemos como
organización. Y además quiero proponer maneras concretas en que universidades,
académicos y estudiantes pueden sumarse a este esfuerzo.
Parte de ello tiene que ver con la investigación y con
difundir hechos que contrarresten la desinformación que circula. Por ejemplo,
la mayoría de los migrantes se mueven dentro de su propia región; no la
abandonan.
Y la mayoría de quienes se desplazan por conflictos o
impactos climáticos son acogidos en países de muy bajos ingresos, que a menudo
carecen de capacidad para brindar apoyo. Entonces, ¿cómo podemos ayudar a
estabilizar esas comunidades en movimiento?
También hablaremos de sensibilización, de incidencia
pública y de cómo las comunidades —ya sean universidades, parroquias o
asociaciones civiles— pueden trabajar unidas para dar más apoyo a quienes lo
necesitan.
En su breve pontificado, el Papa León ya ha expresado
posiciones firmes sobre la migración, describiendo a los migrantes como
“mensajeros de esperanza” y recordando que la Iglesia es un pueblo peregrino.
¿Cómo ayuda esa voz a su trabajo en la ONU y, en particular, en la OIM?
Lo hace de varias maneras. En primer lugar, el Papa
aporta un nivel de autoridad moral ante las comunidades de todo el mundo, lo
cual es fundamental en un momento en que la migración se ha politizado y
polarizado en exceso.
Queremos devolver la conversación a lo esencial: lo
humano. Cómo podemos conectar y apoyarnos entre nosotros, cómo integrar
comunidades, cómo asegurar que los estudiantes migrantes accedan a la educación
o que los trabajadores migrantes tengan empleos dignos y un trato justo.
La autoridad moral de la Iglesia es clave. Pero
también está lo práctico: cada parroquia y cada comunidad puede ser ejemplo de
acogida, apoyo y protección de los migrantes.
Cuando llevamos el debate al plano local, se vuelve
claro cómo se pueden crear comunidades más solidarias. Lo que a nivel global
parece abstracto o incluso amenazante, en la vida cotidiana se traduce en
inclusión y fraternidad.
Nuestra alianza con la Iglesia es fundamental, y en la
OIM la estamos reforzando cada vez más.
Por DEVIN
WATKINS/Vatican News
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