La familia es la primera escuela de amor y la fuente de donde brotan las más profundas motivaciones para vivir. Allí se aprende a compartir, a respetar y a cuidar de los demás.
No hay fuerza más grande que la de un hogar unido, donde cada miembro se sabe importante y necesario.
En tiempos en que tanto se valora lo pasajero, la familia debe manifestar lo esencial, que es la fidelidad, el perdón, la ternura.
Por eso, debemos trabajar cada día por su unidad, sosteniéndola con la oración, el diálogo y la entrega mutua.
Cuando una familia se mantiene firme en el amor, toda la sociedad se fortalece y el mundo se hace un poco más humano.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
Por MONSEÑOR
RAMÓN BENITO DE LA ROSA Y CARPIO
El autor es arzobispo emérito de Santiago


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