MADRID.- Y de repente, Kimi Raikkonen. Ese peculiar
piloto finlandés que por primera vez dejó entrever un poso de emoción. Un
atisbo de alegría. "Era mi primera tanda larga del año", reconocía
con sorpresa el 'jefe de filas' de Lotus tras una magistral lección sobre
Albert Park. Una aventura a dos paradas, tras gestionar como nadie sus
neumáticos, que no encontró oposición. Ni siquiera Fernando Alonso -segundo-,
agigantado moralmente por la superioridad de su Ferrari frente al Red Bull de
Vettel, logró limar el escalón hacia el primer brindis del año. Ese honor fue
para Kimi. En un podio australiano con tres campeones del mundo. Y, quién sabe,
si con los tres principales aspirantes al título. Aún es demasiado pronto.
Australia es sólo la primera parada.
El 'techo' de Melbourne concedió una tregua tras el
caótico sábado. Su cielo se abrió a primera hora de la mañana para confirmar
que Sebastian Vettel no tiene intención alguna de abandonar el trono que tiene
reservado cada sábado desde hace ya unos años. Una 'pole' que no cogió por
sorpresa a nadie, ni tampoco inquietó demasiado a Fernando Alonso, pese a su
quinta posición en la parrilla por detrás de su compañero Felipe Massa. El
asturiano, en otro eslalon de escuadra y cartabón, zigzagueó sobre sus gomas
superblandas, las mismas que el resto de los favoritos, nada más apagarse el
semáforo dejando por el camino al Red Bull de Mark Webber y al flamante
Mercedes de un enérgico Lewis Hamilton que promete duras batallas con sus
nuevos colores.
Por delante, sólo asomaban Felipe Massa, con su
inercia positiva de final del curso pasado intacta, y Sebastian Vettel quien,
para sorpresa general, no logró abrir la clásica brecha con la cerraba
cualquier discusión a su reinado en cursos pasados. Esta vez los neumáticos,
que ya venían tocados de la clasificación, no le dieron opción al demarraje y
tuvo que madrugar más que nadie para entrar a boxes (vuelta 8). Nunca estuvo
cómodo sobre sus nuevos Pirelli el Red Bull y eso fue una gran noticia para el
F138 de Alonso, revitalizado por esta inferioridad en el cuerpo a cuerpo del
alemán.
Sacaban pecho los Ferrari, con Massa liderando
incluso la carrera durante algunas vueltas, mientras en la sombra, Kimi
Raikkonen, séptimo en la parrilla, tejía silente su estrategia. Eclipsado por
la batalla de la zona noble, su Lotus Renault fue escalando con sigilo.
Mientras el Force India de Adrian Sutil tomaba por sorpresa la cabeza, el
finlandés acariciaba con mimo sus neumáticos tratando de romper los
pronósticos. Tras su primera parada en la novena vuelta, viajó con tacto y
delicadeza hasta el 33º giro, donde ejecutó su definitivo paso por boxes.
Kimi asumió el mando de la carrera a 13 vueltas para
el final y, pese a la presión y el empuje de Fernando Alonso, ya no lo soltó.
El asturiano le puso empeñó, luciendo con orgullo el potencial de su F138,
mucho más fino en carrera que el curso anterior, pero no pudo limar los siete
segundos acumulados con el nórdico tras su necesaria tercera parada. Con
Sebastian Vettel relegado a la lucha por la tercera posición. Sin opción alguna
de batirse con el bólido rojo. Su 'toro' nunca trotó cómodo y bastante tuvo con
agarrar un tercer escalón del podio que habría peligrado si la táctica de
Felipe Massa, cuarto, al que no le hizo demasiada gracia el retraso de su
segunda parada, hubiera sido otra. "Me fastidió que Fernando parara antes
que lo hiciese yo. Esa decisión condicionó mi carrera y me hizo perder
posiciones", admitió.
Melbourne reservó a Kimi Raikkonen el primer brindis
del año. Tan merecido y calculado como sorprendente. El segundo desde su
regreso a la Fórmula 1 tras su triunfo en Abu Dhabi'12. El finlandés asoma como
aspirante de garantías para este Mundial de apretada textura. Con el Ferrari de
Fernando Alonso entonado y mandando un aviso tras el esperanzador estreno. Con
un Vettel herido después de verse en inferioridad tras su casi inmaculada recta
final del curso pasado. Con Lewis Hamilton, quinto, aclimatado ya a su nuevo
Mercedes. Ingredientes variados para un campeonato en el que hoy, Raikkonen
sonríe más que nadie.
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