LA HABANA (5 Septiembre 2015).- Evitando la osadía
de los presidentes que acuden a las cumbres internacionales con un traductor en
el equipaje de mano y balbucean disparates semánticos si lo pierden, Raúl
Castro reconoció públicamente que su inglés es macarrónico, pero que su sucesor
deberá hablarlo. “I speak English very, very bad, y a mi edad va a ser difícil
aprenderlo”, dijo hace cuatro años en una cumbre de Trinidad y Tobago. Su
hermano Fidel tampoco es Shakespeare pero supo expresarse en su idioma durante
la primera visita a Estados Unidos, en 1959, el año del triunfo revolucionario.
“Los chinos estudiaban inglés, los rusos estudiaban inglés, y nosotros
estudiando ruso”, comentó en una ocasión, asumiendo el error de no haber
fomentado su enseñanza en las escuelas cubanas.
La reanudación de relaciones diplomáticas con
Estados Unidos ha puesto las lenguas en su sitio: primero el inglés a partir
del curso que comenzó este mes y después el ruso, que había desbancado al
primero en los años setenta, cuando la Unión Soviética era el principal aliado
de Cuba.
El acelerado aumento de los contactos con la
sociedad norteamericana y el masivo desembarco de turistas, intelectuales,
empresarios, artistas y deportistas, así como la entrada de nuevas tecnologías
obliga a la isla caribeña a potenciar el inglés como lengua universal. “Es
imprescindible”, subrayó en agosto José Ramón Machado, miembro del Buró
Político del Partido Comunista, en una reunión con universitarios. “Y si lo
podemos hacer hoy no lo dejemos para mañana”.
El ruso fue asignatura obligatoria durante el auge
soviético. En una de las denominadas escuelas vocacionales, la Vladimir Ilich
Lenin, los alumnos más aventajados recitaban poemas de Pushkin de corrido. Las
películas y libros rusos fueron ubicuos entre la sociedad cubana y su
interrelación con las decenas de miles de cooperantes llegados del país eslavo
duraron decenios.
Las prioridades gubernamentales y ciudadanas han
cambiado desde el 17 de diciembre del pasado año, cuando el presidente
estadounidense, Barack Obama, y Castro anunciaron el arranque del proceso hacia
la normalización diplomática. Los profesores particulares de inglés proliferan
en la isla al igual que los jóvenes dispuestos a pagar por sus clases en pesos
convertibles, equivalentes al dólar.
Y al igual que los presidentes españoles de la
Transición sudaban tinta en los corrillos donde los políticos europeos
cuchichean cheek to cheek sin intérpretes, la noche del 20 de abril de 1959
también fue angustiosa para Fidel Castro.
El Comandante en Jefe tenía que hablar en el
auditorio de la Universidad de Princeton, cerca de Nueva York. Lo hizo
admitiendo su minusvalía idiomática. “Es un trabajo duro para mí el de esta
noche. […] Pero yo pienso que reuniendo todo el inglés que he leído en mi vida,
cuando era estudiante, o por todos los papeles que he leído, y reuniendo todas
las palabras, yo trato de hablar en inglés”. A trompicones, pero se hizo
entender.
Estados Unidos pretende sumergirse en todos los
rincones de la sociedad cubana sin hacer mucho ruido y ha encontrado en la
enseñanza del inglés una valiosa escafandra. La web de su embajada en La Habana
dice que promover el conocimiento del idioma entre los cubanos es uno de los
“objetivos fundamentales” del Departamento de Asuntos Públicos de la legación.
Los políglotas abundan en la mayor de las Antillas a
caballo del internacionalismo político de la revolución cubana en África y Asia
y su pertenencia al Movimiento de Países No Alineados. Las estrechas relaciones
con la desaparecida República Democrática Alemana y otras naciones de la Europa
comunista permitieron a miles aprender alemán, rumano y búlgaro, y los
funcionarios destinados en países de habla más complicada se adentraron en el
suajili y el creole. Pero el boom ahora es el inglés: para hacer negocios,
escuchar música, leer, navegar por Internet y entenderse con las esperadas
oleadas made in USA.
Por
JUAN JESÚS AzNAREZ/El País
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