LA HABANA, Cuba.- A pesar de ser un hombre curtido por los avatares de
la vida su respiración, aquella apacible noche veraniega, poseía un ritmo
totalmente inusual. En verdad no había que preocuparse, pues el corazón del
insigne revolucionario latiría vigoroso durante mucho tiempo. Realmente la
falta de aire era provocada por la emoción de participar en la ceremonia
solemne recién concluida.
¿Quién le habría dicho en la década del 40 que este
país, que lo acogió como un hijo durante diecinueve años, le otorgaría su
condecoración más alta? ¿Hubo alguien capaz de imaginar, que tan extraordinario
reconocimiento lo colocaría sobre su pecho Fidel Castro, el joven fogoso que en
1947 se enrolara con decisión admirable junto a él en la expedición de Cayo
Confites?
ara entender su júbilo aquel 11 de junio de 1988, en
que recibió en el Palacio de la Revolución la Orden José Martí, debemos al
menos esbozar algunos de los momentos fundamentales de su existencia, así como
acercarnos someramente a los nexos inquebrantables que, a lo largo del tiempo,
estableció con nuestro país.
La vida azarosa de Juan Emilio Bosch Gaviño es digna,
como la del resto de los patriotas continentales, de una novela o de ser
llevada al celuloide. Hijo del catalán José Bosch Subirats y de la
puertorriqueña Ángela Gaviño, vino al mundo en predios de La Vega, en la
República Dominicana, el 30 de junio de 1909. Fue un niño inquieto, con marcada
inclinación por la lectura si bien, como el resto de los infantes de la pequeña
comunidad rural de Río Verde, donde vivió durante sus primeros años, estaba en
contacto con la naturaleza y participaba de los juegos predominantes en la
época.
Impresiona saber que alguien de su estatura
intelectual solo pudiera culminar, al menos inicialmente, el tercer nivel de
bachillerato, pues con su obra ulterior rebasó con creces los títulos que, en
la juventud, se adquieren en universidades e institutos. Sin duda que en el
desarrollo de su fértil imaginación mucho tuvieron que ver los múltiples
recorridos que realizó por las más variadas latitudes. Ese sería un rasgo, el
de viajero impenitente, que lo marcaría, aún sin saberlo, desde que en 1924 se
trasladara hacia la capital quisqueyana, como preámbulo de su primer
acercamiento, cinco años después, a tierras españolas, venezolanas y de otras
islas de las Antillas Menores.
Fidel Castro y Juan Bosch en el 1998. |
Al regreso a Santo Domingo, en agosto de 1931,
encontró que su patria comenzaba a ser maniatada por el sátrapa Rafael Leónidas
Trujillo, amordazamiento que se prolongaría hasta el 30 de mayo de 1961 en que
un comando ajusticiara al dictador. Cada día transcurrido de esos seis
quinquenios encontró a Bosch enhiesto, desde diversas trincheras, en el combate
contra el energúmeno que sometió al pueblo dominicano a la más terrible
represión, sumiéndolo asimismo en una pobreza atroz.[i]
Con apenas veinticuatro años publicó el libro de
cuentos Camino Real.[ii] Nunca, en lo adelante, dejaría de compartir con sus
semejantes vivencias y reflexiones sobre los más inverosímiles acontecimientos
históricos, políticos y culturales en los que se vio inmerso. Al extremo que
más de medio centenar de obras emergieron de su pluma, evidenciando la
incorporación de nuevos conceptos que brotaban a la letra impresa con madurez
acrecentada. Bosch, en ese como en otros muchos aspectos, es heredero de la
definición martiana de que la educación comienza en la cuna y termina en la
tumba.
Uno de los rasgos que caracterizó su vida, sobre
todo hasta la elección como presidente, fue la capacidad de simultanear las más
variopintas profesiones con su vocación incalificable por la escritura.
Mientras permaneció en Cuba laboró como vendedor de productos farmacéuticos,
buscador de anuncios para la prestigiosa revista Bohemia y editor de libros y
periódicos. Ganó además concursos literarios (entre ellos el Premio Alfonso
Hernández Catá” por su cuento “Luis Pie”) y participó en la elaboración de la
Constitución de 1940.[iii]
Pocos conocen, de igual forma, que Bosch escribió el
guión de dos programas para la antigua emisora CMQ: Forjadores de América y
Memoria de una dama cubana. Como decenas de creadores estaba obligado a vender
personalmente los libros que redactaba. En nuestro país encontró hospitalidad y
cariño, hasta que la represión desatada en su contra lo obligó a marcharse en
1958.
Desde el prisma de organizador de agrupaciones
políticas fundó, en 1939, el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), esencialmente
concebido para derrocar a Trujillo y al igual que hiciera su antecesor cubano
creado por Martí el 10 de abril de 1892, con la intención de obtener la
independencia de Puerto Rico, pelear en esta oportunidad por la desaparición de
todos los regímenes de oprobio impuestos violentamente en el Caribe.
Esta organización llegó a disponer de varias células
en la región, incluyendo los Estados Unidos. Fue precisamente mediante ella que
llevaron adelante la frustrada expedición de Cayo Confites. Al frente de la
misma arrasó en las elecciones de 1962, las primeras tras la muerte del
dictador, ganando veintidós de los treinta y un escaños del Senado y cuarenta y
nueve de los setenta y cuatro puestos de la Cámara. [iv]
A continuación del golpe de Estado ejecutado en su
contra el 25 de septiembre de 1963 con el contubernio de la cúpula militar, la
jerarquía eclesiástica y lo derecha reaccionaria, que no aceptaba las
transformaciones democráticas que su gobierno impulsó (a lo que hay que añadir
el influjo de las tenebrosas misiones de espionaje y aliento subversivo que
estableció el gobierno yanqui mediante su oficina diplomática)[v] y,
especialmente, de la ocupación perpetrada por 42 mil marines yanquis en 1965
-para doblegar la “Revolución de Abril” que tuvo en el inolvidable coronel
Francisco Caamaño Deñó su figura paradigmática-, Bosch interiorizó con mayor
elocuencia que resultaba impostergable ahondar los conocimientos políticos del
sufrido pueblo dominicano. Meditando en ello fue que decidió emprender dicha
batalla, de innegables dimensiones ideológicas, comenzando por su propio
partido.
Alejado otra vez de su país físicamente, nunca
perdió el hilo que lo conectaba a la realidad quisqueyana, ni en el contenido
ni en la formas consustanciales a la esencia de los habitantes de esa nación.
Reflexionó en Europa sobre las urgencias que planteaban los tiempos modernos,
en cuanto a las infraestructuras de organización política y la participación
ciudadana en el ejercicio del poder.
Entonces, sin amilanarse a sus 64 años, optó por
renunciar a su condición de Presidente y miembro del PRD. Era el 18 de
noviembre de 1973. Con el ímpetu de un imberbe que debuta ilusionado a la
política en los predios universitarios, treinta y dos jornadas después,
exactamente el 15 de diciembre, procreó el nuevo aparato de combate: el Partido
de la Liberación Dominicana (PLD).
Pese a contratiempos en las urnas el recio pensador,
ya con la cabellera completamente de blanco, no se retiró a lamentarse ni se resignó
a abandonar las batallas que le correspondían. Así, reguardado con la coraza
infranqueable que proporciona la honestidad, prestó su verbo y pluma a causas
internas y extrafronteras con el entusiasmo acostumbrado.
Se le vio -su sola presencia era un puñetazo al
mentón de los cipayos que pululaban en los suelos latinoamericanos- en las
sesiones del Tribunal Russell II, acusando a los reptiles dictatoriales que,
mediante la concertación Cóndor y otros engendros, arrancaron la vida a miles
de compatriotas en la patria grande.
En Quito, la cuna del inmenso Eloy Alfaro, se
recuerda su participación en la audiencias desarrollada en el Teatro de la
Universidad Central de Ecuador, el 11 de febrero de 1984, convocada por el
Tribunal Antiimperialista de Nuestra América (TANA); espacio de reflexión
encabezado por el también combatiente imprescindible, y ex canciller
guatemalteco, Guillermo Torriello.
Ninguna injusticia dejó de recibir su condena
militante. Uno de los casos en que más brilló su ejemplo, fue cuando se
intensificaron las agresiones contra la Nicaragua sandinista, con la llegada al
Salón Oval de Ronald Reagan. Desde la Managua libre rojinegra del Frente
Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), propuso el surgimiento del Batallón
“Simón Bolívar” para proteger la inédita experiencia independentista
centroamericana. La peculiar iniciativa estaba destinada a atraer a
científicos, educadores, artistas, poetas, pintores, cineastas, y trabajadores
en general de todo el orbe, impidiendo que las garras norteñas, a través del
empleo de la “contra” que pertrechaban, se cebara en los parajes del “General
de Hombres Libres”, Augusto César Sandino.
Cuba siempre presente en su corazón.
En 1975 nos visitó por primera vez, luego del
triunfo revolucionario, en su condición de presidente del PLD. Ese reencuentro,
con una tierra a la que amó incondicionalmente, le provocó profundo
estremecimiento. Lo cautivó de tal manera la sociedad que aquí se levantaba,
que le expresó a uno de nuestros más prestigiosos periodistas:
“Lo que más me ha impresionado es la presencia de la
libertad, una libertad completamente auténtica, que me permite acercarme a un
soldado, hacerle numerosas preguntas y que él me las conteste en forma humana y
simple. Esta es una Cuba tan hermosa como lo era antes, pero con dos
diferencias: una dulzura que solo se encontraba en la vida privada y ahora la
hay también en la vida pública, y una Cuba que es transformada de una manera
colosal, colosal en todos los órdenes. He visitado distintas escuelas. En una
de ellas, en Jagüey Grande, uno de los muchachos que me atendió, de doce años,
mostró una madurez política equivalente a veinte años. Es un avance muy grande.
De los hijos de esos muchachos nacerá una generación completamente distinta a
la que yo conocí. Cuando hayan pasado veinticinco años, Cuba estará en una
posición de avance y progreso que nosotros en América Latina no vamos a poder
alcanzar en largo tiempo. Nos han dejado atrás. Se nos van cien años adelante.
Esta es una revolución socialista muy avanzada”. [vi]
Poco tiempo después de su partida meditó sobre los
lazos inquebrantables que lo ataban a nuestro país:
“En 19 años conocí a Cuba de arriba abajo y a todo
lo ancho no solo del país sino también del pueblo en todas sus clases y capas.
En Cuba fui amigo muy cercano lo mismo de personas que vivieron en el Palacio
Presidencial que de humildes vecinos de lo que allí se llamaban solares; fui
amigo tanto de intelectuales de alta reputación, poetas, escritores,
periodistas, como de obreros y hasta de un antiguo esclavo que había nacido en
África, lo que en Cuba se decía un negro de nación; tanto de científicos, de
médicos ilustres, de antropólogos famosos, muchos de los cuales tuve el gusto
de ver reunidos en un agasajo que me hizo la Casa de las Américas en mi primera
noche en Cuba, como fui amigo de empleados, señoras de su casa, comerciantes,
boticarios, campesinos y jóvenes revolucionarios“. [vii]
Acerca de sus vínculos con varios de los más
excelsos intelectuales cubanos, dejó constancia en una de sus obras
emblemáticas:
“Emilio Roig de Leuchsenring repasó muy gentilmente
las páginas sobre la ciudad de La Habana; el Dr. Leví Marrero tuvo la bondad de
aprobar la descripción del paisaje de la isla; Ángel I. Augier entregó al autor
su biografía inédita de Nicolás Guillén; Fernando Ortiz -quien a la hora de
publicarse este libro ignora lo que sobre él se dice en el capítulo ` Las altas
voces del pueblo´- tuvo a bien hacer observaciones en los capítulos sobre la
psicología cubana; el ingeniero industrial Ricardo del Valle ofreció todo su
conocimiento sobre el tabaco; don Ramiro Guerra leyó el capítulo sobre el
azúcar y le hizo varias correcciones”. [viii]
En ese mismo texto narra un pasaje en el que se vio
envuelto, que vale la pena recordar – no perseguía que sirviera como exaltación
a su persona- pues denota las condiciones imperantes en la Cuba pre
revolucionaria.
“En Cárdenas tuve entonces una extraña experiencia.
Visitaba yo una casa de salud, y hallé que uno de los médicos andaba
desesperado porque se le moría una enferma y necesitaba transfundirse sangre.
No había por aquellos días bancos de sangre ni se conocía el plasma sanguíneo
`Yo soy donante universal, doctor, y puedo ofrecerle la cantidad que necesite`,
le dije. Casi antes de que terminara, el médico me espetó esta pregunta:
`¿Cuánto cobra por quinientos gramos?´ `¿Cobrar´?´, inquirí yo asombrado. Al
parecer, el galeno me había tomado por un expendio ambulante de hematíes y
leucocitos. Yo sabía que había quienes vivían de vender su sangre; pero me resultaba
absurdo que me confundiera con uno de ellos. `¿Cuánto?, ¡Pronto!´, insistía el
médico. Le expliqué que yo no fabricaba sangre ni traficaba con ella; le dije
que tomara lo que hiciera falta. Pero el me dijo que si no cobraba no usaría mi
sangre. Ocurrió que al final se convenció de que debía salvar la vida de su
enferma en vez de discutir tonterías sobre el comercio en que quería meterme; y
la enferma se salvó, con lo que no pude yo volver a Cárdenas porque el marido
de la candidata a cadáver, hombre pálido, bajito, de brillante mirada, que
vendía carbón en una carreta de la cual tiraban dos mulos, me persiguió con
increíble tenacidad para que calmara su gratitud aceptándole un reloj o cosa
parecida”. [ix]
En 1982 asistió al III Congreso de la UNEAC, cuya
sesión inaugural devino homenaje al 80 cumpleaños de su amigo Nicolás Guillén,
quien el 30 de junio de 1943 fuera junto al general del Ejército Libertador
Enrique Loynaz del Castillo y la escritora española María Zambrano, testigo de
su segunda boda, esta vez con la santiaguera Carmen Quidiello, de cuya unión
nacerían Patricio y Bárbara. [x] No imaginaba Bosch, sin embargo, que la visita
coincidiría con el fallecimiento de otro de sus grandes amigos: Raúl Roa
García.
El martes 6 de julio dejó de existir físicamente el
destacado revolucionario. Su sepelio constituyó una extraordinaria demostración
del cariño que le profesaba el pueblo. Consternado, Bosch ofreció declaraciones
a los periodistas Aldo Isidrón del Valle y Omar Vázquez, que fueron publicadas
en Granma, el 8 de julio de 1982, horas después de que la vida del genial
hombre –a esa altura eran inútiles los cuidados de su hermano de luchas, el
eminente oncólogo Zoilo Marinello-, se apagara. Expresó su amigo desde los años
cuarenta:
“Raúl Roa queda en la historia de Cuba para ejemplo
de las generaciones venideras de lo que es un intelectual luchador por la
independencia de su país para la dignidad de toda América, ya que no solo fue
la voz de Cuba, sino de todos los pueblos latinoamericanos. Él siempre estará
presente. (…) La muerte de Raúl Roa es un golpe doloroso para sus amigos que lo
quisimos y tratamos durante años”. [xi]
En agosto de 1985 anduvo por los salones del Palacio
de Convenciones en el oeste habanero, junto a decenas de personalidades de la
región, acompañando a Fidel en su justísimo reclamo de que la deuda externa de
América Latina y el Caribe, había sido pagada con creces por nuestros
laboriosos y esquilmados habitantes. [xii]
El lunes 6 de junio de 1988 el órgano oficial del
PCC, en su página 2, dio a conocer el arribo la noche anterior a La Habana de
Bosch, invitado por el Gobierno Revolucionario. Le dieron la bienvenida en la
losa del aeropuerto capitalino, entre otros funcionarios, Roberto Fernández
Retamar, presidente de la Casa de las Américas (que acaba de celebrar con
energía renovada este 9 de junio su 85 cumpleaños) y Julio Le Riverend,
presidente de la Asociación de Historiadores de América Latina y el Caribe
(ADHILAC).
Tres días más tarde numerosas personalidades, y
público en general, se congregaron en la Casa de las Américas –institución de
la que antes fungió como jurado de su Premio Literario y que publicara su libro
De Cristóbal Colón a Fidel Castro. El Caribe frontera imperial– para escuchar
su conferencia magistral Hostos, sembrador antillano.
En la velada se reconoció que además de ser uno de
los estudiosos más relevantes del prócer puertorriqueño Eugenio María de
Hostos, cuyo sesquicentenario se conmemoraría en enero de 1989, la mayor parte
de los expertos catalogaban a Bosch como el escritor vivo más importante de su
país. De igual manera se le reverenció por ser miembro del Comité Permanente
del Encuentro de Intelectuales por la Soberanía de los Pueblos de Nuestra
América, lo que a todas luces reflejaba su compromiso irrestricto con las
causas más nobles de la región.
El sábado 11 las emociones llegaron a su cénit con
la imposición por Fidel de la Orden José Martí, dándole cumplimiento al acuerdo
888 del Consejo de Estado. Cuatro años antes esa misma instancia le otorgó la
Orden Félix Varela, el más elevado reconocimiento de nuestro gobierno a
personalidades vinculadas con la actividad cultural.
La ceremonia de 1988 contó además con la presencia
de Carlos Rafael Rodríguez y Armando Hart, miembros del Buró Político, otros integrantes
del Comité Central del Partido y representantes del Cuerpo Diplomático
acreditado en Cuba. Se encontraban también Gabriel García Márquez, Premio Nobel
de Literatura, y destacados representantes de las letras y las artes
nacionales. [xiii]
El ministro de Cultura Armando Hart expresó que la
lealtad del doctor Bosch al ideal democrático, su intransigente defensa de los
intereses populares y su antiimperialismo arraigado, “lo sitúan como una de
esas personalidades que dejan huella para siempre en la historia, como una de
esas figuras que es necesario conocer, estudiar y aprender del ejemplo de su
vida”. Hart hizo una semblanza de la trayectoria revolucionaria del dominicano,
sus principales obras y sus esfuerzos políticos frente al hegemonismo norteamericano,
así como por llevar el progreso social a su país.
En las palabras de agradecimiento, Bosch dio un
ejemplo más de su innata modestia al señalar que no le había dado nada a Cuba,
“al contrario, ella me ha dado todo lo que soy”. Seguidamente recordó que fue
el ambiente cultural cubano, y de manera especial el contacto con el pueblo, lo
que le llevó a ser un profesional de la literatura y un producto político de la
sociedad cubana “tal como ella era en los agitados años que siguieron a la
caída de la dictadura machadista”.
Dirigiéndose al líder de la Revolución, añadió que
“en vez de estar recibiendo esta condecoración yo debería estar dándole a Cuba
lo poco bueno que hay en mí”, y afirmó que en lo adelante, sus actos se
ajustarán al rigor exigido por ostentar la más alta distinción que otorga la
nación cubana. [xiv]
Una mirada a su vida y obra desde la Mayor de las
Antillas.
Es importante resaltar que Bosch trataba a todas las
personas con especial delicadeza. No extraña por ello que, en el caso de nuestro
país, diferentes intelectuales reconocieran esa cualidad suya.
El doctor Eusebio Leal, Historiador de La Habana y
uno de nuestros más brillantes pensadores, señaló sobre él:
“Debo confesar que para los hombres de mi generación
el nombre del profesor Juan Bosch era una leyenda, forjada por las noticias y
testimonios que como un rastro perceptible había dejado en la cultura cubana,
no sólo por las razones de su continuo batallar por liberar a su patria de una
ominosa tiranía, sino por sus dotes de orador de estilo y esa a veces
inalcanzable virtud de poseer, a la vez, la serena bondad que escucha y
persuade, en la acerada firmeza de su vocación como político”. [xv]
Luis Céspedes Espinosa, quien durante años laboró
como asesor del Ministro de Educación Superior, contó durante la constitución
de la Cátedra Juan Bosch[xvi] de la Universidad de La Habana, de la que funge
como presidente, que:
“Conocí personalmente al profesor Bosch en el año
1978, en ocasión de integrar una delegación oficial encargada de acompañar los
restos del poeta dominicano Fabio Fiallo, desde el cementerio de Santa Ifigenia
en Santiago de Cuba, hasta la República Dominicana”.
En esa misma intervención explicó que:
“Durante la última estancia del Profesor Bosch en
Cuba lo vistamos, el ex ministro Vecino –Fernando Vecino Alegret (HPC)- y yo,
en la casa donde se hospedaba; su enfermedad era visible, nos hicieron saber lo
avanzado de su padecimiento y la posibilidad de que no nos reconociera. Ya en
su habitación el profesor detuvo su mirada en nosotros y expresó: `¿Vecino,
cómo estás?´, seguidamente nos dio un cariñoso abrazo y comenzó a referirse a
pasajes de la historia de Cuba. Al marcharnos, los médicos y acompañantes no
lograban explicarse lo que habían presenciado. Dos o tres meses antes de su
deceso, cuando no se permitía verlo, Vecino, de viaje en la República
Dominicana, solicitó visitarlo y que yo lo acompañara. Era el deseo de
despedirnos del querido amigo. Doña Carmen, su esposa cubana, accedió al
encuentro. Llegamos hasta la cama donde reposaba, no se incorporó pero nos
tendió su mano derecha al mismo tiempo que decía: `Vecino, Cuba´. Durante los
escasos tres minutos que permanecimos a su lado no pudimos articular palabras,
lo impedía la emoción de comprobar que en los momentos finales de su vida
física, su amor por Cuba era todo un símbolo”. [xvii]
El profesor universitario Sergio Guerra Vilaboy, uno
de los investigadores más prominentes de la región sobre la historia
latinoamericana y caribeña –miembro de número de la Academia Cubana de la
Historia y presidente de la ADHILAC- rememoró la forma afable con que Bosch lo
recibió en una Casa de Protocolo habanera, en los primeros días de agosto de
1980, para conversar acerca de sus opiniones sobre la obra citada De Cristóbal
Colón a Fidel Castro…, cuya tirada primigenia correspondió a Alfaguara, en 1970
y que, por iniciativa de Roberto Fernández Retamar y Antonio Benítez Rojo, a la
sazón director de la editorial Casa de las Américas, dicha institución deseaba
publicar.
Para entonces, como Sergio reconoce, era un
desconocido historiador que apenas rebasaba los treinta años de edad y Bosch ya
representaba “una descollante personalidad de la política, las letras y la
historia de América Latina”. Acompañado de un amigo, Guerra Vilaboy vivió la
grata experiencia de intercambiar con una figura de la estatura moral del ex
presidente dominicano.
“Nos sentamos frente a frente en una mesa de hierro
y cristal situada en el portal. Me impresionó la facilidad con que condujo la
conversación desde su inicio, que se extendería, café por medio, unas dos ó
tres horas, así como por el uso continuo de nuestros nombres propios, como si
nos conociera de toda la vida. En el clima acogedor que pronto se creó entre
nosotros recuerdo que, a petición mía, relató sus vínculos con Cuba, mucho más
antiguo y profundo de los que yo suponía y, sobre todo, de su amistad con Fidel
Castro. (…) Después de hablar durante largo rato sobre variados temas, de su
relación posterior con Fidel y de su deuda de gratitud con la isla, debí entrar
al motivo original de la entrevista. (…) mientras Bosch, con una humildad
sorprendente, escuchaba con atención las opiniones que le brindaba, a las que
respondía con una sólida explicación que debilitaban muchos de mis argumentos.
Al final aceptó alguna de mis sugerencias y yo me replegué en otras”. [xviii]
Volviendo a la constitución de la Cátedra que le
rinde homenaje en nuestra principal Casa de Altos estudios, la misma ha
organizado encuentros y actividades de diversa índole, propiciando que
investigadores cubanos analicen la vigencia de su ideario, desde ópticas
disímiles.
Dos de esos encuentros fueron el evento teórico
efectuado por el Centenario de su nacimiento, en el 2009, y el foro
internacional desarrollado entre el 6 y el 8 de diciembre de 2010, en ocasión
de un aniversario más de que viera la luz la conocida obra de Bosch, El
Pentagonismo sustituto del imperialismo.
El politólogo Jorge Hernández Martínez, director del
Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHESU), fue uno de los
conferencistas que realizó una amplia valoración sobre este libro. En su
trabajo destacó:
“Su mirada logra percibir con agudeza la nueva
expresión que asume el proceso histórico iniciado desde finales del siglo XIX y
perfilado a través de los primeros decenios del XX. (…) Bosch traza la
arquitectura, implicaciones y tendencias que, más allá de la coyuntura
específica de las circunstancias en que escribe su obra, marcarán, hasta el
presente, los rasgos de una sociedad –utilizando sus propias palabras-
pentagonizada. Ello hace patente la trascendencia y vigencia de su
aproximación, que se nutre de las propuestas leninistas y de otros autores y
corrientes que aportan perspectivas e informaciones a la comprensión del objeto
de estudio”. [xix]
El filósofo Rubén Zardoya Loureda, escrutando la
producción boschiana desde el enfoque historiográfico, considera que:
“Bosch no parece reconocer departamentos estancos
entre las ciencias sociales; ni entre éstas y las ciencias económicas; ni entre
aquellas, por un lado, y las llamadas humanidades, por otro; ni entre las
humanidades y la literatura artística. El cronista, el narrador, el
comentarista, el político, el científico, el poeta e, incluso, el filósofo
–filósofo de la historia, a la antigua usanza- se nutren y sustentan los unos a
los otros sin apuros ni aprietos en la figura del amante de la sabiduría, aquél
que se detiene donde los demás miran y pasan de largo, y al hacerlo, escudriña
y pregunta dónde, cómo, cuándo, por qué”. [xx]
Bosch y Fidel: una amistad entrañable.
Sería imposible culminar este trabajo sin resaltar
la entrañable amistad entre Bosch y Fidel, a lo largo del tiempo. Unido a los
elementos expuestos anteriormente vale la pena repasar, en este sentido,
algunos de los momentos donde dichos nexos encontraron reflejo público.
En diciembre de 1996, el afamado escritor fue uno de
los invitados especiales del evento concebido por la Fundación Guayasamín para
homenajear al Comandante en Jefe Fidel Castro, en ocasión de su 70 cumpleaños.
En el encuentro final el líder de la Revolución Cubana pronunció sentidas
palabras, que llenaron de regocijo a los participantes procedentes de
diferentes latitudes. Refiriéndose al dominicano expresó:
“Pero estaba recordando también cuando conocí a
Bosch en Cayo Confites; él no se acuerda y yo casi tampoco. ¿Eso en que año
fue, Bosch, en 1946 (Le dice que fue en 1947) ¡Ah!, bueno, pues tenía entonces
21 años. Esto significa, simplemente, que desde muy joven llevé a cabo una
lucha intensa”.
En esa propia intervención, más adelante, añadió:
“… porque desde muy temprano me vi en la situación
de tener que arriesgar la vida en algunas actividades relativamente peligrosas,
como fue aquel intento, que recordaba hace unos minutos, de participar en el
derrocamiento de Trujillo. Juan sabe y recuerda cuán difícil fue aquella tarea,
a causa de errores, traiciones y todo eso, de tal manera que cuando ya en un
solo barco avanzábamos, ¿saben hacia donde?, hacia Haití: ¿saben para qué?,
para atravesar Haití y llegar a Santo Domingo, cuando nos quedaba apenas el 20
% de la fuerza y apareció aquella fragata que no sabíamos si era de Trujillo o
era del gobierno de Cuba… Pues no, parece que por suerte no era de Trujillo, o
de lo contrario ni Bosch ni yo estaríamos aquí participando en este acto de hoy
(Aplausos)”. [xxi]
El jueves 20 de agosto de 1998, Fidel arribó a Santo
Domingo haciendo realidad, en sus propias palabras, “un sueño de toda la vida”.
El viaje tenía dos objetivos esenciales: participar en la Cumbre de Jefes de
Estado y de Gobierno del Caribe y, una vez concluida esta, realizar una visita
oficial a la hermana nación, invitado especialmente por Leonel Fernández, en lo
que representaba acto de valentía por parte del presidente quisqueyano.
Tanto la presencia en las sesiones de la Cumbre,
como el programa cumplido posteriormente fueron éxitos rotundos, que pusieron
de manifiesto el inmenso cariño del pueblo dominicano por Cuba y su dirigente
histórico. Interpretando esos sentimientos, el Comandante en Jefe fue investido
con la “Orden al Mérito de Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y
Ramón Mella, Gran Cruz Placa de Oro”, máxima distinción de la República
Dominicana, al tiempo que Fernández recibía, de manos de Fidel, la Orden José
Martí. [xxii]
Uno de los momentos más emotivos del intenso
itinerario desarrollado por Fidel (causó tal impacto su presencia que
representantes de diversos sectores sociales no abandonaron las inmediaciones
del Hotel Jaragua, donde se alojó la comitiva cubana, con la aspiración de
observarlo de cerca y estrechar su mano) fue sin dudas cuando, justo a las 9 de
la mañana del domingo 23 de agosto, se dirigió a la casa de Juan Bosch, en
compañía de su anfitrión Leonel Fernández.
A la entrada de la residencia, ubicada en el Paseo
de los Locutores número 43, cercana a la avenida Winston Churchill, la señora
Carmen Quidiello les dio la bienvenida, como antesala del ameno intercambio que
sostendrían con su esposo. Luego del fuerte abrazo entre los dos amigos, el
presidente cubano le manifestó sonriente “No vine en el 47 pero vengo ahora”.
Durante la conversación Fidel elogió el impacto
positivo que le causaba la preparación política del pueblo dominicano.
Fernández –discípulo de Bosch y considerado uno de los mayores estudiosos de su
obra- le explicó que ello era resultado, en buena medida, del trabajo
desplegado por el profesor Juan desde su retorno al país, luego de la muerte de
Trujillo, el cual impartía conferencias radiales, concebidas especialmente para
que la población más humilde comprendiera la necesidad de llevar adelante
transformaciones, en todos los órdenes sociales. Añadió que se estaban
compilando aquellas intervenciones, cuyos dos primeros tomos obsequió a Fidel.
Como expresión de la entrañable amistad entre ambos,
asimismo podemos mencionar brevemente algunas de las veces en que uno evocó la
figura del otro.
Bosch, por ejemplo, relatando las impresiones que le
causó su primer viaje a Cuba después del 1ero de enero de 1959, efectuó una
bella semblanza sobre el hombre que conoció como estudiante. En dicho
testimonio, en el que hace alusión igualmente al intercambio de su hijo
Patricio, entonces de 28 años de edad, con Fidel -el cual acarició la cabeza
del joven cuando era un niño menor de dos años, en la casa habanera del
dominicano en la Calle Zapata, frente al Cementerio de Colón- el ex presidente
expresa:
“Al mismo Fidel, con quien estuve en Cayo Confites
cuando él tenía tal vez no más de 20 años, volví a verlo cuando ya tenía 47.
Antes lo había visto sin barba y ahora tenía barba; antes era un joven
revolucionario que se enroló con nosotros los dominicanos para venir a pelear
contra la dictadura de Trujillo y ahora era el jefe del único gobierno
socialista de América; antes era casi un desconocido y ahora es un personaje
mundial. Pero ahora es un hombre dulce, tranquilo, preocupado por la suerte de
nuestros pueblos como antes había sido un joven casi solitario, de voz baja y
gestos lentos, que quería conocer a fondo el proceso revolucionario de los
países de América. Ahora, como antes, la palabra déspota tenía para él un
significado repugnante. `¿Te acuerdas de que fulano era despótico con sus
hombres?´, me decía hablándome de uno de los jefes de Cayo Confite, el pequeño
islote de la costa norte de Camaguey donde nos habíamos reunido varios cientos
de hombres que nos preparábamos para caer en territorio dominicano”. [xxiii]
En otro momento, examinando la maestría del
Comandante en el empleo de la oratoria para analizar situaciones complejas
relacionadas con la política exterior, escribió:
“Un discurso puede jugar, en un momento dado, el
papel de un ejército que es lanzado en medio de una batalla para decidir su
curso. (…) Fidel Castro ha dicho, a lo largo de su vida pública, muchos
discursos importantes, pero nos parece que ninguno se presta más que el del 1
de mayo -1980 (HPC)- a una exégesis o apreciación explicativa de lo que es un
gran discurso político porque en él abundan los ejemplos de la palabra usada
como elemento táctico, a veces para decir lo que le interesaba al autor, a
veces para ocultarlo, y en todos los casos las palabras ocupaban el lugar que
le correspondía a cada una en la gran batalla que Cuba estaba dando en ese
momento contra el poderío del gigante norteamericano que había desatado desde
fines del año anterior (1979) una ofensiva destinada a arrinconar, golpeándola
frenéticamente, a la Revolución Cubana, y para eso se usaban todos los recursos
que se ponen en juego, incluyendo el de la amenaza militar, antes de que entren
en acción ejércitos”, a lo que añadió “… y así fue también como para conseguir
lo que se había propuesto, Fidel Castro usó en beneficio suyo la fuerza del
adversario, hazaña política de la que se dan muy pocos ejemplos en la historia,
y ninguno cuando se lleva a cabo desde un país pequeño y débil contra uno
grande y poderoso”. [xxiv]
El Comandante en Jefe, por su parte, se ha referido
en varias ocasiones al ilustre dominicano en los últimos años. En el 2009, por
ejemplo, narró las circunstancias en que lo conoció, a propósito de la
conversación que sostuvo con Leonel Fernández, quien en ese momento ocupaba,
por segunda ocasión, la más alta magistratura de su nación:
“Conocí a Juan Bosch, historiador e ilustre
personalidad dominicana en 1946, cuando no había cumplido aún 20 años, era
estudiante del segundo año de la carrera de Derecho y líder de los estudiantes
de esa Facultad, presidente por añadidura de la organización de solidaridad con
la democracia dominicana, en la lucha de ese valiente pueblo contra la tiranía
trujillista, erigida por las fuerzas norteamericanas que habían intervenido en
la isla en 1928. Bosch y yo estábamos en el batallón Sandino, héroe
nicaragüense que luchó contra los interventores yanquis y fue asesinado por
esto, a raíz de otra intervención imperialista en aquel país centroamericano.
El prestigioso intelectual dominicano no era el jefe de aquella expedición. La
dirigían otros políticos dominicanos. Casi todos actuaban de buena fe, pero
movidos por ideas e intereses de clase, incluso oligarcas y burgueses”. [xxv]
Horas más tarde, esta vez dialogando con el
presidente hondureño José Manuel Zelaya (a quien poco después, el 28 de junio,
la cúpula militar y la más rancia oligarquía le orquestaron un artero golpe de
Estado, que concitó la repulsa unánime de la comunidad internacional e hizo
exclamar al inolvidable Comandante Hugo Chávez que aparecían otra vez los
“gorilas” en nuestra región) volvió a mencionar al revolucionario caribeño:
“Acabo de hablar, en síntesis apretadísimas, sobre
Juan Bosch, la expedición contra Trujillo, los dramáticos episodios
protagonizados por los revolucionarios dominicanos, quejándome de que la
historia real no se ha escrito”. [xxvi]
Cuatro años atrás, por último, ofreció un hermoso
testimonio que refleja, en toda su dimensión, el aprecio por el insigne luchador.
“Estando en la isla, un día llegó un grupo de
dominicanos y, entre ellos, Juan Bosch. Muy pronto hicimos amistad. Entre tanta
gente en el cayo a mí me gustaba conversar con él; de todos los dominicanos que
conocí fue el que más me impresionó. Lo recuerdo como un hombre mayor. Cumplí
21 años en el cayo, y pienso que Bosch ya tendría unos 36 ó 37 años. Su
conversación realmente conmovía, la forma en que se expresaba; parecía un
hombre muy sensible. Vivía muy modesto allí, al igual que todos los demás, y creo
que sufría lo mismo que la gente. Yo no lo conocía, no sabía que era el
escritor, el historiador, el intelectual. Lo vi como un dominicano honorable,
de conversación agradable, que decía cosas profundas y sensibles; transmitía
todo eso. Se le veía como una persona que sentía los sufrimientos de los demás,
estaba sufriendo por el trabajo duro de la gente. Además vivía la emoción,
porque era el intelectual, al fin y al cabo, que se incorpora a la acción,
llegada la hora de la lucha – un poco como hicieron Martí y otros muchos
intelectuales de nuestra propia guerra-. Pudiéramos decir que era allí el
hombre de mayor calibre, el más destacado. Muchas veces nos íbamos para el
extremo de la isla y conversábamos; sus palabras me marcaron mucho. Así nos
hicimos amigos. La amistad tiene un mérito por su parte, él ya era una
personalidad y yo era un estudiante joven que no significaba nada entre tantos
jefes, coroneles… Yo era un teniente y mandaba un pelotón. Sin embargo, Bosch
me trató con mucha deferencia y consideración”. [xxvii]
El 1 de noviembre del 2001 falleció en su patria, a
los 92 años de edad, una de las personalidades cimeras de la lucha continental,
en la segunda mitad de la centuria anterior. Un mar de pueblo se volcó a las
calles para tributarle a Juan Bosch el último adiós, en su trayecto hacia el
cementerio de su pueblo natal, como expresión nítida de que su legado, lejos de
desaparecer, resultaría vital en lo adelante en la consecución de los grandes
ideales latinoamericanos y caribeños.
Citas, notas y referencias bibliográficas.
[i] El conspicuo profesor Piero Gleijeses, académico
sobre política exterior de los Estados Unidos y asuntos latinoamericanos, de la
Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la prestigiosa Universidad
Johns Hopkins – autor igualmente de uno de los análisis más encumbrados sobre
la presencia militar cubana en África- escribió un voluminoso libro, sobre los
acontecimientos vinculados a la invasión yanqui a Santo Domingo. En la obra
presenta diferentes valoraciones sobre el sanguinario personaje que maniató al
pueblo dominicano. En una de ellas expresa: “Trujillo convirtió al gobierno en
un circo de marionetas y payasos, que brincaban y giraban a indicación del
látigo del maestro de ceremonias. `El Jefe es justo hasta cuando castiga´.
(Respondió un Secretario de Estado al ser humillado por el déspota). Y Trujillo
castigaba sin piedad; nadie podía olvidar que él era el amo. (…) La adulación
abyecta pasó a ser una virtud cívica, de la que el Congreso daba ejemplo. Por
una Ley de 1936 el nombre de la capital –la más antigua ciudad española del
Nuevo Mundo- fue cambiado de Santo Domingo de Guzmán a Ciudad Trujillo. Después
de este cambio, un chaparrón de decretos esparció el nombre del dictador y su
familia sobre las ciudades y provincias del país. Al mismo tiempo, la prensa,
las asociaciones profesionales y ciudadanos privados competían entre sí, en un
frenesí de adulación. Trujillo fue proclamado primer médico, primer abogado,
primer ingeniero, primer intelectual. Se le comparó a Napoleón, a César, a los
más grandes personajes del pasado y del presente. `Dios y Trujillo´ se
convirtió en expresión corriente. Habría sido más adecuado decir `Trujillo y
Dios´. Trujillo correspondió a la adulación sin límites de sus súbditos con la
humillación constante de los ciudadanos más prominentes. La arrogante gente de
primera –la antigua élite- optó por someterse, uniéndose al coro de alabanzas y
aceptando los insultos y las humillaciones de parte del amo”. La Esperanza
Desgarrada. La rebelión dominicana de 1965 y la invasión norteamericana,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011, pp. 48-49.
[ii] Con la aparición de este libro en La Vega se
inaugura en Hispanoamérica, según el criterio de la mayoría de los entendidos,
la corriente literaria socio-realista. La obra despertó elogios de la crítica
nacional y extranjera. Debemos señalar que dos años antes Bosch comenzó sus
estudios de bachillerato, que luego abandonó en el tercer curso para dedicarse
por entero a la carrera literaria. Fue en ese momento que recibió la asesoría
del eminente humanista Pedro Henríquez Ureña, quien le recomendó eliminar la E
de Juan E. Bosch (en alusión a Emilio, su segundo nombre), y la lectura de los
cuentos de Quiroga y Maupassant. A partir de ese momento perfiló su estilo
narrativo hasta que, en la opinión de diversos analistas, adquiere totalmente
el dominio de la escritura del cuento con “El río y su enemigo”, publicado el
12 de agosto de 1942.
[iii] Una muestra de esa permanente alternancia la
tenemos en 1955, cuando publicó Cuba, la isla fascinante. El intelectual
quisqueyano, cuya vida de lucha ininterrumpida en aras de la integración
latinoamericana es insuficientemente conocida fuera de su país, dio a conocer
el texto mientras permanecía en el exilio chileno, uno de los tantos a los que
se vio forzado durante la dictadura trujillista. En la nación austral, donde
trabó amistad con Salvador Allende, vieron la luz igualmente sus obras Judas
Iscariote, el calumniado y La muchacha de la Guaira. En la tierra de Neruda
organizó, como vía de manutención, una pequeña fábrica de baterías para
automóviles. Antes, entre 1929 y 1931, trabajó en Caracas como descargador de
camiones en el mercado de San Jacinto y anunciador de un Parque de Diversiones,
con el cual visitó Valencia, Puerto Cabello, Curazao, Trinidad y Martinica. Era
tal su capacidad para adaptarse a los cambios que imponía la cruenta realidad
económica que, en momentos en que el citado parque debía cerrarse por la
carencia de visitantes, ejecutaba otras labores. En Valencia, por ejemplo,
realizó anuncios para un cine; en Curazao fue obrero de la construcción y en
Trinidad se dedicó a hornear pan. Indiscutiblemente la destreza para ejercer
las más inauditas profesiones, como complemento a su inveterada manía de
escribir sobre todo lo que le circundara, es otra de las facetas que impresiona
de su prolífica vida.
[iv] El 20 de diciembre de ese año Bosch recibió el
58, 7 % de los votos, muy por delante de su principal adversario, Viriato A.
Fiallo, de Unión Cívica Nacional, quien obtuvo el respaldo del 30, 1 % de los
participantes en el sufragio.
[v] El santiaguero Eliades Acosta Matos publicó Juan
Bosch: Incendio en la casa de la libertad, en el que desarrolla un estudio
histórico de los procesos políticos que tuvieron lugar desde el ajusticiamiento
de Trujillo, en mayo de 1961, hasta los meses posteriores al golpe de Estado
del 25 de septiembre de 1963. El investigador hace un análisis, además, de
múltiples fuentes de archivo y de documentos desclasificados, entre ellos la
correspondencia confidencial del embajador norteamericano entre 1962 y 1964,
John Bartlow Martin, con el Departamento de Estado.
[vi] Luis Báez: Amigos que ya no están, Tomo I, Casa
Editora Abril, 2012, pp. 274-281.
[vii] “El país que se fue adelante”, en: Juan Bosch:
De México a Kampuchea, Editora Alfa & Omega, Tercera Edición, Santo
Domingo, 2000, p. 36.
[viii] Juan Bosch: Cuba, la isla fascinante, en:
Obras Completas, Tomo IV, Editorial Corripio, Santo Domingo, p. 7.
[ix] Ibídem, pp. 66-67.
[x] Junio tuvo siempre connotaciones especiales para
Bosch. El 20 de ese mes de 1946, por ejemplo, nació su hijo Patricio en La
Habana. En enero de 1935 había contraído nupcias con la señora Isabel García,
con quien procrearía sus primeros dos hijos: León y Carolina. Enrique Loynaz
del Castillo, que se opuso firmemente al gobierno de Trujillo, nació en
República Dominicana, el 5 de junio de 1872. Como se sabe jugó un papel
decisivo en la protección de Antonio Maceo, durante el atentado que se preparó
contra el Titán de Bronce en Costa Rica, el 10 de noviembre de 1892. En ese
mismo mes, tres años más tarde, Loynaz del Castillo compuso “El Himno Invasor”.
Falleció en La Habana el 10 de febrero de 1963. Su hija Dulcería María Loynaz
ganó el Premio Cervantes de Literatura, a inicios de la década del 90´ del
pasado siglo.
[xi] Raúl Roa: Imaginarios, Selección de Ana Cairo,
Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, p. 72.
[xii] El jueves 1 de agosto Granma anunció: “El ex
presidente Juan Bosch, líder del Partido de la Liberación Dominicana llegó ayer
en la noche para participar en el Encuentro sobre la Deuda Externa de América
Latina y el Caribe. Acudió a recibirlo el doctor Antonio Núñez Jiménez, miembro
del Comité Central del Partido y viceministro de Cultura”. Unos meses antes de
la cita habanera publicó en Política: Teoría y Acción, exactamente en el número
51 de dicha revista correspondiente a junio de 1984, el trabajo “¿Qué es y cómo
opera el Fondo?”. En el mismo expresa de manera rotunda lo nefasto de esta
institución, surgida al calor de los acuerdos de Bretton Woods, para los
pueblos latinoamericanos y subdesarrollados, de cualquier latitud. “El Fondo
Monetario Internacional, como hemos dicho muchas veces, es la policía monetaria
mundial, y una policía muy represiva, que por donde quiera que pasa va
repartiendo macanazos sin anunciar lo que piensa hacer y sin dar explicaciones.
El papel de esa policía es evitar mediante la represión que el debilitamiento
de las monedas de otros países, naturalmente de los dependientes y, por tanto,
del Tercer Mundo, provoque una crisis en la moneda del comercio internacional,
que es el dólar; y como el dólar es la mercancía que vende y compra la
oligarquía financiera norteamericana, al cuidar de la salud del dólar lo que
hace el FMI es fortalecer el fabuloso negocio de esa oligarquía que está
formada por los dueños de los grandes bancos de Estados Unidos, lo que en fin
de cuentas viene a significar que el Fondo Monetario Internacional es una
maquinaria de poder mundial encargada de defender los intereses de una minoría
de familias archimillonarias en perjuicio de los millones y millones de
hambrientos de los pueblos pobres del mundo, entre los cuales está la República
Dominicana. Por eso, negociar con el FMI es una forma de traicionar a los
pueblos del Tercer Mundo”. Ver en: Juan Bosch: Temas Internacionales, (Ensayos
y artículos), Fundación Juan Bosch, Santo Domingo, 2006, p. 321.
[xiii] Gabriel García Márquez, que en 1982 se
convirtió en el cuarto latinoamericano y caribeño galardonado con el Premio
Nobel de Literatura (antes lo obtuvieron los chilenos Gabriela Mistral, en
1945, y Pablo Neruda, en 1971, y el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, en
1967; alcanzando con posteridad el lauro supremo de las letras otros dos representantes
de la región: el mexicano Octavio Paz, en 1990 y, dos años después, Denis
Walcot de Santa Lucía), llamó muchas veces a Bosch maestro, a partir de
considerarlo, en una etapa de su vida, como una de las mayores influencias
narrativas. El origen de la ascendencia sobre el cafetero se remonta a 1958,
específicamente en el mes de noviembre, cuando a punto de cumplir cincuenta
años, el de la tierra de Luperón impartió –a solicitud del prestigioso
intelectual Miguel Otero Silva- un ciclo de conferencias en la Universidad
Central de Venezuela. Por ese entonces Caracas vivía bajo el entusiasmo
provocado por el derrocamiento, el 23 de enero, de la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez. El asunto escogido por Bosch para las disertaciones fue su concepción
sobre la técnica idónea para escribir relatos cortos. Uno de los asistentes,
que no perdió ninguna de las charlas ofrecidas en los salones del afamado
recinto docente –que visitó aclamado por los estudiantes y el claustro de
profesores el Comandante en Jefe el 25 de enero de 1959, a propósito del primer
aniversario de la victoria popular, y, por segunda vez, en febrero de 1999, en
ocasión de asistir a la Toma de Posesión del Comandante Hugo Chávez-, fue
García Márquez. Quince años más tarde, al desatarse una cruenta represión en
República Dominicana, el “Gabo”, consternado ante la idea de que peligrara la
vida del intelectual, escribió rápidamente una misiva al presidente José
Joaquín Balaguer, en la que le dejaba saber: “En el mundo entero se reconoce al
profesor Juan Bosch como el dominicano más ilustre y respetable. La protección
de su vida y su bienestar no solo es una obligación histórica, sino una
responsabilidad personal de su Excelencia”. Bosch, por su parte, diría de la
obra del colombiano: “Cien años de soledad, es no solo el libro maestro de
García Márquez; es también, y sobre todo, una obra que marca el nacimiento de
un nuevo tipo de expresión en la literatura occidental. (…) Los entendidos en
literatura no hallan cómo definirla, pero el lector común la lee con el
entusiasmo de quien está conociendo un mundo nuevo en el que todo lo que ve es
a un mismo tiempo maravillosamente simple y complejo, verdadero e irreal.
Contribuye a dar esa sensación el hecho de que Cien años de soledad, apenas
tiene diálogos y ni siquiera está dividida en capítulos, de manera que en
realidad tiene la forma de una historia, y es eso, una historia contada con el
lenguaje más claro, directo y diáfano que es posible escribir, un lenguaje de
párrafos largos, en el que las palabras tienen la única función de expresar los
hechos que se van produciendo, y nada más. La lengua de García Márquez no
manifiesta un estilo personal; el estilo de García Márquez está en lo que dice,
no en la manera de decirlo, y lo que él dice no puede ser descrito y no puede
ser explicado”. Ver la cita de García Márquez en: Diómedes Núñez Polanco: “Juan
Bosch, un caribeño universal”, en: Juan Bosch: El pentagonismo sustituto del
imperialismo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, p.158 y Juan
Bosch: “Cien años de soledad” (a solicitud de New York Books Review),
originalmente en Suplemento Cultural, Santo Domingo, El Nacional de ¡Ahora!, 5
de abril de 1970, pp. 1-4, Ver en: Obras Completas, Tomo XII, Editorial
Corripio, Santo Domingo, 2007, pp. 339-341.
[xiv] En la edición dominical de Juventud Rebelde
del 12 de junio, la periodista Marina Menéndez –actualmente directora del
diario de la juventud cubana- reseñó el acontecimiento bajo el rótulo de
“Impuso Fidel a Juan Bosch la Orden Nacional José Martí”. Puede consultarse
además el despacho de la Agencia de Información Nacional (AIN) aparecido en
Granma, en la tirada del lunes 13 de junio.
[xv] Eusebio Leal Spengler: Poesía y Palabra,
Volumen I, Ediciones Boloña, Colección Opus Habana, La Habana, 2000, p. 145.
[xvi] La Cátedra Juan Bosch fue creada oficialmente
mediante la Resolución Rectoral No. 376/2007, el 12 de julio del 2007, suscrita
por el Dr. Rubén Zardoya Loureda, en su condición de rector en esa fecha del
cuasi tricentenario centro docente. Conociendo la trascendente decisión de la
Universidad de La Habana, el entonces Presidente dominicano, Dr. Leonel
Fernández Reyna, envió una misiva, fechada el 9 de julio del propio año,
señalando: “Nos sentimos orgullosos y agradecidos de este gesto que pone en
evidencia la grandeza de Juan Bosch y sus múltiples aportes en distintas áreas
del saber, que han dejado una huella imborrable en América Latina”. El
Secretario General del Partido de la Liberación Dominicana –Dr. Reinaldo Pared
Pérez- escribió el día 10 de julio que: “Para nadie es un secreto, que Juan
Bosch siempre consideró a Cuba como su segunda patria y que fue un hombre que
hizo de su vida, un acto permanente del magisterio. Todas las obras en que se
embarcó, tuvieron como primer motivo cumplir con una finalidad pedagógica. El
encarnó como el mejor, la bien ganada condición de Profesor. Ahí está su obra.
El vivirá para siempre en ella y nada mejor que una Cátedra en su honor en la
afamada Universidad de La Habana”. Ver en: Anuario No. I, Cátedra Juan Bosch de
la Universidad de La Habana, Edición conjunta con la Fundación Global
Democracia y Desarrollo (FUNGLODE), pp. 19-20.
[xvii] “Palabras pronunciadas en el acto solemne de
constitución de la Cátedra Juan Bosch por Luis Céspedes Espinosa”, Ibídem, pp.
10-13.
[xviii] Sergio Guerra Vilaboy: “Un encuentro con
Juan Bosch, a propósito de su libro De Cristóbal Colón a Fidel Castro, El
Caribe, frontera imperial”, en: Ibídem, pp. 193-194.
[xix] Jorge Hernández Martínez: “Imperialismo y
Pentagonismo: la sociedad norteamericana 42 años después”, en: El Pentagonismo
42 años después (Coordinador: Luis Céspedes Espinosa), Edición Conjunta de la
Cátedra Juan Bosch de la Universidad de La Habana y FUNGLODE, La Habana, 2011,
pp. 18-19.
[xx] Rubén Zardoya Loureda: “Arte e historiografía
en el pensamiento de Juan Bosch. A propósito de una relectura de De Cristóbal
Colón a Fidel Castro”, ponencia presentada en el evento teórico desarrollado en
Colombia en el 2010, por el cuarenta aniversario de la aparición del texto homónimo.
Otros especialistas cubanos han examinado, desde diferentes campos, la
producción intelectual del dominicano. Dentro de ese grupo se destacan varias
mujeres, como las escritoras Nara Araújo y Yolanda Wood, y las profesoras
universitarias e investigadoras Digna Castañeda, Eurídice González, Cira
Romero, Vilma Díaz y Bessie Griffith.
[xxi] Fidel Castro Ruz: “Tenemos una batalla por
delante muy grande, y el hombre no puede perder la fe en las posibilidades de
vencer obstáculos”, Palabras pronunciadas en la ceremonia de premiación del
concurso “70 años de vida ejemplar y revolucionaria de Fidel Castro”,
organizado por la Fundación Guayasamín, efectuada en el Palacio de las
Convenciones, el día 12 de diciembre de 1996, “Año del centenario de la caída
en combate de Antonio Maceo” (Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado), ver
en: Granma, martes 17 de diciembre de 1996, pp. 4-5.
[xxii] Un testigo excepcional de esta trascendente
visita, escribió: “Fernández define a Fidel como: `Una fuerza histórica
viviente, que ha servido para canalizar las aspiraciones de justicia y
bienestar de millones de seres humanos, no solo de América Latina sino también
de otras naciones del llamado Tercer Mundo´. ` El líder cubano encarna la
rebeldía y el desafío de José Martí y el generalísimo Máximo Gómez, dos héroes
que sintetizan la hermandad histórica entre los pueblos de Cuba y República
Dominicana´, afirmó Fernández en otra parte de su intervención”. Una década más
tarde, exactamente el 9 de diciembre del 2008, en una cumbre que tuvo lugar en
Santiago de Cuba, se acordó otorgarle a Fidel la “Orden Honoraria de la
Comunidad de Estados del Caribe”. El Comandante expresó entonces: “Recibo con
humildad la noble idea de la condecoración y la guardaré en mi mente junto al
pensamiento martiano de que `Las Antillas libres salvarán la independencia de
Nuestra América”.
Por HASSAN PÉREZ CASABONA/Trabajadores.cu
Por HASSAN PÉREZ CASABONA/Trabajadores.cu
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