Des- amor. Noches demasiado oscuras, rebosantes de oquedades por donde se tamizan los recuerdos.
Manos vacías que se quiebran aquejadas de soledad.
Y ese molesto olvido tan lleno de memoria.
¿Dónde quedó el amor? Ese amor que os prometisteis y
que ahora se disipa entre las brumas del desamor.
¿Dónde fueron a parar las palabras revestidas de
fragancias nuevas? Tristemente se perdieron en un mar de promesas olvidadas.
Hoy te recreas en un sepulcro de besos, en un desierto
de caricias, en un sendero de secas lágrimas que angustiosamente se vierten por
dentro.
Arrebatas el tiempo a manotazos.
Consumes tu vida con resentimiento.
Viajas por el submundo de tus emociones y pides que
alguien te muestre qué le ha pasado a tu amor, por qué se ha marchitado cual
flor azotada por el recio viento del desdén.
¿Dónde han ido a parar las ilusiones?
¿Dónde quedaron las palabras susurradas en la noche?
Al no echar leña la hoguera se ha consumido y en este
desolado páramo ambos os morís de frío.
¿Qué cruel atropello es este?
¿Qué despiadado azote de omisión?
Rememora aquello que os hacía fluir con brío.
Recuerda el estallido hermoso de lo nuevo.
Evoca los besos sazonados de almíbar, las caricias
sanadoras, el abrigo de los abrazos, la ternura tenue de el murmullo, las
cosquillas en el estómago ante la aparición del ser amado.
No dejes que el amor se disipe en el horizonte y se
pierda en el anaranjado atardecer del olvido.
Lucha por reencontrar el amor. Acúnalo de nuevo,
mécelo al son de una misma nana.
Pues bien saben los besos, las caricias, que con
atrevimiento y tesón volverán a ser recibidos con la dicha y la pasión con las
que un día fueron coronados.
Por YOLANDA TAMAYO
Colaboradora de la revista Ventana Abierta (Asamblea Cristiana)
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