En este mundo de poses fingidas e hipocresías al granel no debe extrañarnos quienes simulando cualidades éticas y morales, pretendan confundir la imagen de personas, que han demostrado con hechos, que a pesar de sus debilidades humanas, no han defraudado principios inculcados en el seno familiar, en donde el respeto y la honestidad fueron el ejemplo y patrón de vida a seguir.
Estos individuos, cuyo raciocinio únicamente se
enmarca en torno a sus intereses, frecuentemente, caen en el vacío de sus
desatinos, y al verse ante sus fracasos, buscan
ponerles nombres y apellidos sin percatarse, quizás, que les son
inherentes desde el día en que nacieron.
Aunque a veces por sus apariencias logran confundir a quienes les rodean, lo
que somos en esencia es lo que al final prevalece y define nuestras vidas, y
siempre sale a flote, de ahí, qué, muchos no puedan quitarse el saco o la
chaqueta, porque debajo tienen la camisa rota y quedarán al descubierto, tal y cuales
son.
En tanto, quienes miran al horizonte imbuidos de
esperanzas y confiados de corazón en la misericordia de Dios, sus días estarán
llenos de satisfacciones y en sus rostros resplandecerá la alegría del triunfo
y la seguridad que sólo proporciona la paz de sentir que las manos del
Todopoderoso sustentan sus vidas.
Por LEONARDO CABRERA DÍAZ
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