Hoy lamentablemente vemos cómo la medicina, que debería ser servicio desinteresado al ser humano, corre el riesgo de convertirse en un negocio. En muchos casos, más que ver pacientes, se habla de clientes; y más que buscar la salud integral, se busca la rentabilidad económica. Este cambio de perspectiva representa un grave retroceso, pues se olvida que la vida no tiene precio.
Este cambio es un deterioro profundo de la vocación médica, pues la salud nunca debería tratarse como un producto a vender. Curar exige ciencia, sí, pero sobre todo conciencia, empatía y respeto por la vida. Urge recuperar la esencia de la medicina como misión de cuidado integral, donde el bienestar del ser humano esté por encima del beneficio económico.
Hasta mañana, si Dios, usted y yo lo queremos.
Por MONSEÑOR
RAMÓN BENITO DE LA ROSA Y CARPIO
El autor es Arzobispo emérito de la Arquidiócesis de
Santiago
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