MADRID (23 Abril 20916).- Un mal lugar escogió el
Madrid para mostrarse pusilánime. Vallecas arde bajo el agua si es necesario.
Media hora de siesta le llevó a verse fuera de todo, del partido y de la Liga,
desfigurado en su once y en su juego.
La situación exigía liderazgo, un golpe sobre la
mesa. Ausente Cristiano, lo dio Bale, imperial en su vuelo y veloz en un
eslalon que definió la victoria y la dualidad del Rayo, capaz de marcar dos
goles al Madrid, seguir del mismo modo y encajar tres.
Pierda o gane, el equipo de Paco Jémez siempre
devuelve el precio de la entrada. Continuar en Primera es su misión, no ganar
al Madrid, y tiene alma, juego, liderazgo y afición para lograrlo.
El hombre clave por línea no aparecía en el once de
Zidane. Ni Sergio Ramos en la defensa, ni Modric ni Casemiro en los medios, ni
Cristiano en el ataque.
Demasiados déficits, aunque no todos fueran por
decisión técnica, por la lesión del portugués o la sanción del brasileño.
Las ausencias no justifican el bajo tono con el que
los visitantes se emplearon en el arranque, superados en todo por el Rayo.
En el primer tercio del choque, el Madrid no tuvo ni
ritmo de juego, ni contundencia.
La prueba es desde dónde el Rayo marcó sus dos
primeros tantos: el área pequeña. Primero lo hizo Embarba y después Miku para
hacer temblar el viejo hormigón de este Vallecas tan arrabalero, tan argentino.
Danilo, Pepe y Varane quedaron en muy mal lugar en
sendas acciones. Primero, el brasileño dejó escapar a Bebé, un bisonte.
Pepe salió con el peor acompañante, la duda, y
Embarba sólo tuvo que embocar el centro. En el segundo, Varane estuvo blandito
al bajar el balón tras un córner y Miku remató prácticamente desde el mismo
lugar.
Las dos veces demasiado cerca incluso para los
reflejos felinos de Keylor, atento a un disparo posterior de Bebé.
Lesión de BenzemaLa renta inesperada dejó al Madrid
tan frío como a su presidente, bajo el paragüas de un asistente en el palco de
Vallecas. Este estadio es democrático hasta para eso. Todos se mojan.
La recomposición dependía de la reacción de quienes
estaban en el campo o en la banda, aunque Zidane esperó a que madurara el
partido, no se precipitó. La Champions está más en su cabeza y en la de sus
futbolistas que una Liga que no depende de ellos.
Para ese primer objetivo se sumaba un contratiempo:
la lesión de Benzema, cojo antes del descanso. A Kovacic le faltaba claridad y
a Jesé, otro de los titulares, decisión, hambre. Estos son los minutos en los
que tiene que pelear por cambiar su situación. Por ahora, Lucas Vázquez le ha
tomado la delantera. El gallego es el jugador número 12 del Madrid por méritos,
sin padrinos. Isco lo probaba en perpendicular pero al Madrid le faltaba pegada
para invertir la situación.
La puso Bale. Había dudas sobre su estado por la
lesión de la que llegaba, pero su respuesta, de principio a fin, fue la de un
líder. En Vallecas, ejerció de Cristiano. La forma en la que el galés atacó el
centro en un córner fue una demostración de poder. El giro de su cuello mandó
el balón de un extremo de la portería al otro para devolver al Madrid al
partido y cambiar la dinámica. Había tiempo para todo.Modric por JeséJesé se
movió al nicho del delantero centro, pero a ese lugar el que llegó fue Lucas
Vázquez para rematar un centro de Danilo. Es la diferencia: estar o llegar.
Pese a su mediana talla, se elevó como un gigante.
El testarazo fue imperial. La salida de Modric llevó
al canario al banquillo. Zidane interpretaba que se podía conseguir más desde
la visión del croata, desde el último pase, que a partir de las acciones de
Jesé, que disparó al muñeco en un uno a uno contra Juan Carlos, el único que
tuvo. El Madrid pasó a un 4-4-2, con Lucas Vázquez en la banda e Isco más
adelantado, como segundo delantero. De esa forma, el Madrid debía dominar más
un centro del campo que había pertenecido a Trashorras, un profesional de este
oficio, seguro como pocos. Juega con los pies, la cabeza y el cuerpo.Paco
Jémez, por su parte, no renunció a sus planteamientos, nunca lo hace, pero
respondió a lo que el Madrid quería con la salida de Iturra, que se la jugó en
una entrada a Lucas Vázquez.
Javi Guerra refrescó el ataque y tuvo su
oportunidad. Pese a la salida de centrocampistas, la necesidad del Madrid y la
vocación del Rayo desembocaron en un intercambio de golpes que siempre
beneficia al que tiene más pegada. El primer error del centro del campo y la
defensa, implicado un Amaya muy concentrado hasta entonces, dejó la panorámica
para Bale. No falló. Volvió el diluvio y volvió el Rayito. Su sueño continúa.
El del Madrid jamás se acaba.
Por
ORFEO SUÁREZ/El Mundo
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